domingo, 27 de marzo de 2016

Lobos a las puertas

19/03/2016

Siempre hubo lobos en Brandemburgo. Hasta que, como en tantos otros lugares de Europa, desaparecieron como consecuencia de la presión humana. Ahora han vuelto. Hará una quincena de años empezaron a ser detectados en el sur, cerca de la frontera con Sajonia, y poco a poco han ido ascendiendo. Este invierno, un ejemplar fue fotografiado en el interior mismo del Ringbahn –el anillo ferroviario– que rodea Berlín y otro fue encontrado muerto cerca del aeropuerto de Schönefeld, al sur de la capital federal.

La reaparición del lobo, como del oso en otras regiones europeas, ha suscitado la habitual controversia entre ganaderos y conservacionistas. Pero, fuera de las zonas rurales donde se practica el pastoreo, no son estos lobos los que preocupan en Berlín. Los lobos que realmente inquietan vienen también de cerca, del vecino estado de Sajonia-Anhalt. Aunque son de otro tipo...

El domingo pasado, en unas elecciones regionales parciales, el partido ultraderechista Alternativa para Alemania (Afd, en sus siglas en alemán) obtuvo unos resultados récord, especialmente en Sajonia-Anhalt –uno de los estados de la antigua RDA, de los más pobres de Alemania–, donde con el 24,2% de los votos se erigió en la segunda fuerza política, por detrás de los democristianos de Angela Merkel y por delante de los socialdemócratas. En otros dos, Renania-Palatinado y Baden-Würtemberg, logró la tercera posición con entre el 12%y el 15% de los sufragios. Fulminanter wahlsieg, “victoria fulminante”, se felicitaba el partido en su página web con grandes caracteres. Con este avance, la AfD dispone ya de representación parlamentaria en ocho de los 16 estados de Alemania y se dispone a entrar por primera vez en el Bundestag en las elecciones federales de septiembre del 2017.

Dirigido por Frauke Petry, una empresaria y química de 40 años del ala dura, el partido nació hace sólo tres años como fuerza esencialmente euroescéptica. En fin, directamente eurófoba. En su programa propugnaba el desmantelamiento de la zona euro y el fin de toda asistencia financiera a los países del sur. Pero, nacionalista y vocacionalmente populista como es, pronto viró también hacia posiciones xenófobas, aprovechando el campo que le ofrecía la crisis de los refugiados. En uno de sus carteles electorales explotaba con descaro los ataques sexuales perpetrados por grupos de inmigrantes en Colonia y otras ciudades en fin de año, prometiendo “más seguridad para nuestras mujeres e hijas”. Petry, a quien no le gusta nada –pero nada– que la comparen con Marine Le Pen, tiene un discurso que se parece cada vez más al de la presidenta del Frente Nacional (FN) francés, incluida esa difusa reivindicación antisistema que ha adoptado de forma unánime la Internacional Populista de todos los continentes, aunque algunos se hayan aprovechado a fondo del sistema para erigir un imperio inmobiliario como el magnate estadounidense Donald Trump.

El domingo pasado la AfD dio la campanada. Pero pasaron también otras cosas significativas. Casi nadie habló de ello fuera de sus fronteras, pero en Francia también había elecciones legislativas parciales: en los departamentos de Aisne, Norte e Yvelines. En la primera vuelta, los socialistas fueron arrasados, mientras el Frente Nacional quedaba en segundo lugar en el Aisne (28,8% de los votos) y en el Norte (25,2%) por detrás de las candidaturas de la derecha tradicional de Nicolas Sarkozy.

En Francia, tales subidones de fiebre casi han dejado de ser noticia, después de que Marine Le Pen obtuviera el 18% de los votos –casi, 6,5 millones de sufragios, un récord histórico absoluto– en las elecciones presidenciales del 2012. Pero el avance de la ultraderecha francesa, limadas sus aristas más afiladas y normalizado su discurso –mezcla de nacionalismo, antieuropeísmo y xenofobia islamófoba enmascarada de laicismo republicano–, no ha parado de afianzarse. Y muchos se preguntan hasta dónde puede llegar en las próximas elecciones presidenciales del 2017.

El sociólogo Michel Wieviorka vaticinaba hace poco en una entrevista en Paris Match la posibilidad misma de que Marine Le Pen no sólo pasara a la segunda vuelta –como hizo sorpresivamente su padre, Jean-Marie, en el 2002–, sino que pudiera llegar a ser elegida presidenta de la República. “Tiene grandes posibilidades de ser elegida si frente a ella tiene en la segunda vuelta a François Hollande”, decía. Y remataba: “Esto está lejos de ser una ficción estrafalaria”. Un sondeo del pasado mes de diciembre situaba en cabeza a Le Pen en una eventual primera vuelta con el 27% de los votos, por delante de Hollande (21%) y de Sarkozy (21%).

Los lobos avanzan en el continente. La fiebre de la derecha populista, cada vez más fuerte en la antigua Europa del Este –Polonia, Hungría– y en algunos países nórdicos, va subiendo grados en Alemania y en Francia, los dos puntales de la Unión Europea, y ahora quiere seguir los mismos pasos en Italia, donde el líder de la Liga Norte, Matteo Salvini, pretende imponer el mismo viraje en la derecha.

Al tanto, porque detrás de los lobos con piel de cordero vienen los auténticos carniceros. Un informe reciente realizado por expertos del Royal United Service Institute, el think tank Chatham House, el Institute for Strategic Dialogue y la Universidad de Leiden, que analizaba las acciones violentas registradas en los últimos 15 años en 31 países, llegaba a la sorprendente constatación de que sólo el 38% de los 124 individuos involucrados en los 98 ataques censados eran terroristas islamistas, mientras que una proporción muy parecida, el 33%, eran extremistas de ultraderecha. Hasta que Salah Abdeslam –¡finalmente detenido ayer!– y sus cómplices perpetraron las masacres de París el 13 de noviembre del año pasado, el mayor asesino en Europa era el noruego Anders Breivik, el verdugo de la isla de Utøya.

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