jueves, 28 de marzo de 2024

Más allá de la pornografía



NEWSLETTER 'EUROPA'

25/03/2024

@Lluis_Uria

El próximo 2 de julio la primera ministra italiana, Giorgia Meloni, está citada a declarar como testigo en el tribunal de Sassari (Cerdeña) en el juicio abierto contra un hombre sardo por la difusión de un vídeo pornográfico manipulado en el que se había introducido el rostro de la dirigente italiana. Las imágenes falsas fueron difundidas en el 2020 a través de una web porno norteamericana y vistas por millones de personas en todo el mundo. Meloni reclama una indemnización de 100.000 euros y busca un castigo ejemplar para que contribuya a combatir este tipo de abusos contra las mujeres, que se están disparando con el desarrollo acelerado de la inteligencia artificial (IA).

Pero el falso vídeo porno de Meloni no constituye únicamente un caso de violencia sexual contra la mujer. Es también un atentado político. La primera ministra italiana podría haber sido involucrada falsamente en una conversación comprometida –por ejemplo- con el presidente ruso, Vladímir Putin, acerca de la guerra de Ucrania. O atribuirle declaraciones incriminatorias sobre cualquier asunto político. La IA es capaz de eso y de mucho más, como están alertando los expertos, que ven en la generación de grabaciones de voz e imagen un serio riesgo para la democracia, dada la facilidad y rapidez con que puede difundir campañas de desinformación. El Parlamento Europeo advirtió de todos estos peligros en un documento difundido en octubre pasado.

La propia IA está de acuerdo. En una conversación que mantuve en febrero con el bot conversacional ChatGPT, de OpenAI, el mismo generador de texto admitía estos peligros. Preguntado por el papel que podría tener la inteligencia artificial en la política (una pregunta simple, directa y abierta), ChatGPT empezaba por enumerar algunas funcionalidades positivas –como ayudar a analizar cantidades ingentes de datos, entre otras- pero él mismo advertía espontáneamente sobre las amenazas: “Es importante tener en cuenta que la IA también tiene el potencial de socavar la democracia si no se regula adecuadamente y se usa de manera ética”. “Por ejemplo –añadía-, la IA se puede utilizar para manipular la opinión pública, suprimir las voces disidentes y socavar la privacidad y las libertades civiles”. No hay más preguntas, señoría.

La Unión Europea se ha erigido en la potencia pionera en el mundo al regular el desarrollo de la IA, con el objetivo principal de salvaguardar los derechos de los ciudadanos. La norma fue aprobada por el Parlamento Europeo el pasado día 13 y se irá desplegando progresivamente en los dos próximos años. Las grandes empresas tecnológicas deberán someterse a estas nuevas exigencias, aunque está por ver cuáles de ellas podrán efectivamente cumplir. La obligación de que todo texto o imagen generados por inteligencia artificial puedan ser identificados como tales -con una especia de marca de agua- choca todavía con problemas técnicos. Como recordaba nuestro especialista Francesc Bracero en su Newsletter Artificial de esta semana, donde abordaba el uso masivo de la IA en la producción de artículos científicos, los sistemas existentes son por ahora poco efectivos e incluso OpeanAI ha abandonado un proyecto en este sentido.

La IA puede ser utilizada también como instrumento de guerra por parte de gobiernos y organizaciones paragubernamentales. Y, como tal, constituye una amenaza para la seguridad. Así lo ha establecido el Departamento de Seguridad Nacional español, un organismo dependiente de la Moncloa en cuyo último informe anual sitúa la desinformación como el mayor riesgo para la seguridad nacional –sobre todo, ante el encadenamiento electoral de este año-, por encima incluso del terrorismo. El informe señala a Rusia, a quien responsabiliza de campañas de desinformación alrededor del compromiso de España con Ucrania o el tema de la inmigración.

Otros países muy activos en este terreno son China y Corea del Norte, con verdaderos ejércitos de hackers, cuyo objetivo fundamental es el espionaje y –en el caso de Pyonyang- incluso la estafa y la extorsión para financiarse sorteando las sanciones internacionales (entre otras hazañas criminales, en 2016 los norcoreanos robaron 878 millones de euros al mismísimo Banco Central de Bangladesh)

Rusia, cuya implicación en maniobras de desinformación en las elecciones del 2020 que dieron la victoria a Donald Trump en Estados Unidos está más que probada, juega también desde hace tiempo a fomentar las disensiones internas en Europa, favoreciendo a los grupos de extrema derecha. Y ante la proximidad de las elecciones europeas del próximo mes de junio los bulos y las fake news a través de las redes sociales se han disparado. En Francia, el servicio Viginum, dependiente del Secretariado General de la Defensa y la Seguridad Nacional (SGDSN) y con la misión de detectar las ingerencias exteriores en materia digital, ha identificado una red estructurada de cerca de 200 sitios web –bautizada como Portal Kombat- que difunde propaganda prorrusa.

El digital constituye uno de los frentes de la actual guerra fría entre Occidente y Rusia, cada vez más caliente. La agitación prebélica ha seguido dominando esta semana los espíritus de los dirigentes europeos. La primera ministra de Estonia, Kaja Kallas, insistía en la necesidad de reforzar la defensa de Europa frente a Moscú para evitar la guerra en una entrevista en nuestra páginas, mientras una tribuna conjunta de Josep Borrell y Thierry Breton instaba a potenciar la industria europea de defensa. En el Consejo Europeo del viernes, los 27 acordaron acelerar la entrega de ayuda a Ucrania y abrieron la discusión sobre el modo de financiar el rearme. Las espadas siguen en alto.

 

Ampliación de la UE. La cumbre de Bruselas decidió también abrir formalmente negociaciones de adhesión con Bosnia-Herzegovina, país candidato al ingreso en la UE pero cuya situación política lo coloca todavía lejos de la incorporación. La Unión está embarcada en un complejo y largo camino para ampliarse hacia los Balcanes y el espacio exsoviético, un enorme reto que analiza nuestro monográfico Vanguardia Dossier en su número de abril-junio. 

Gobierno en minoría. El conservador José Montenegro fue designado el jueves nuevo primer ministro de Portugal por el presidente de la República, Marcelo Rebelo de Sousa. Con solo 80 diputados de 230, el nuevo Gobierno está en minoría, pero por ahora y gracias a la abstención socialista puede esquivar pactar con los ultraderechistas de Chega. El escritor Gabriel Magalhães ve detrás del espectacular ascenso de este partido el riesgo de que la extrema derecha se acabe adueñando de Portugal.

Pasión celta. El bofetón recibido en los referéndums convocados para revisar el concepto de familia y el papel tradicional adjudicado a la mujer en la Constitución, unido a sus bajas expectativas electorales, ha llevado esta semana al primer ministro de Irlanda, Leo Varadkar, del Fine Gael (centroderecha), a presentar sorpresivamente la dimisión. Todas las encuestas registran un ascenso del apoyo al Sinn Fein, antiguo brazo político del IRA, que es ya el principal partido en el Ulster.

 

 

domingo, 24 de marzo de 2024

Europa y la mantequilla

 


NEWSLETTER ‘EUROPA’

18/03/2024

@Lluis_Uria


No se puede tener todo. Con diferentes imágenes y metáforas, es una idea recurrente en muchos idiomas. “Querer la mantequilla y el dinero de la mantequilla”, se dice en francés para ilustrar una pretensión irrealizable. No se puede disfrutar de un bien y obtener al mismo tiempo el producto de su venta. Hay que elegir. Esta formulación podría aplicarse hoy a los dirigentes europeos, embarcados en el insoluble objetivo de conseguir la cuadratura del círculo: incrementar sustancialmente el gasto militar para afrontar la amenaza de Rusia – además de potenciar la transformación energética y digital del continente- mientras se aplican recortes para regresar a la senda virtuosa de la austeridad presupuestaria. Y todo ello sin que la economía se resienta ni explote el malestar social. 

El lunes pasado, los ministros de Finanzas de la Unión Europea acordaron en Bruselas empezar a aplicar en los presupuestos nacionales del 2025 los primeros recortes, tras la expansión del gasto con que se respondió a la pandemia de covid y la crisis económica que esta generó. “Una posición fiscal ligeramente contractiva”, en la jerga abstrusa con que se presenta la receta. Todo indica que esta vez, la cura de austeridad –con el objetivo de reducir el déficit y la deuda- no será tan salvaje como la de la crisis del 2008. Las reglas fiscales acordadas en febrero son más flexibles que antes. Pero, por moderada que sea la reducción del gasto, será una losa añadida sobre una economía que no se presenta muy boyante y ya viene lastrada por el mantenimiento de altos tipos de interés.

En España, las previsiones de crecimiento del Producto Interior Bruto (PIB) para este año oscilan –según quien haga el cálculo- entre el 1,5% y el 1,9%... ¡Y es de las más positivas! Las grandes economías europeas van a ir por el pedregal (Alemania, 0,2%; Francia, 0,8%; Italia, 0,7%) y van a arrastrar a la economía de la zona euro (0,8%) y de toda la UE (0,9%), según las proyecciones de la Comisión Europea.

Sobre quiénes van a pagar el pato, los ciudadanos no se engañan. La imagen que ilustra este boletín recoge ya la primera protesta contra la austeridad: una manifestación organizada el martes en Bruselas por los sindicatos europeos con el lema No Way, We Won't Pay (again) (De ninguna manera, no pagaremos (otra vez). En Alemania, país abanderado de la disciplina presupuestaria –hasta el punto de prohibirse todo margen de maniobra en la Constitución-, los primeros recortes y subidas de impuestos se han decidido ya en el presupuesto de este año 2024, en medio de importantes tensiones en el gobierno de coalición y de un fuerte malestar social que se arrastra desde hace meses.

Así las cosas, los gobiernos europeos se han conjurado para aumentar sensiblemente el gasto en defensa, con el objetivo de acelerar el camino hacia el objetivo pactado en la OTAN del 2% del PIB. Lo que sin duda va a tensar mucho más las costuras presupuestarias y obligará a derivar los recortes hacia otros ámbitos (aunque también habrá quien se beneficie de ello: Europa ya está gastando importantes sumas en adquirir armas para Ucrania y la industria del armamento está haciendo su agosto)

Sea para hacer más digerible la escalada armamentística a los ciudadanos, sea como fórmula de disuasión frente a Rusia –en un momento de dificultades militares en Ucrania-, o por ambas cosas a la vez, lo cierto es que no hay día en que no aparezcan informaciones alarmantes sobre la posibilidad de una guerra a gran escala en Europa. Ayer mismo lo expresaba en nuestras páginas la ministra española de Defensa, Margarita Robles. Y el jueves lo hacía el vicepresidente del Banco Central Europeo (BCE) Luis de Guindos en el ciclo Foros de Vanguardia. Pero no son los únicos.

Si hacemos un repaso cronológico de la semana, los tambores de guerra arrancaron el martes en la Asamblea Nacional francesa, que dio su aval a una “ayuda ilimitada” a Ucrania (en la que en última instancia, como ha apuntado el presidente Emmanuel Macron, podría acabar incluyéndose el envío de tropas). El jueves, el Gobierno danés anunció un plan de refuerzo de la defensa que, entre otras cosas, incluye la novedad de que las mujeres también serán sometidas al servicio militar obligatorio, mientras el secretario general de la OTAN, Jens Stoltenberg, llamaba desde Bruselas a acelerar el envío de armamento a Ucrania. Es lo que acordaron al día siguiente, viernes, en Berlín los líderes de Alemania, Francia y Polonia, que integran el llamado Triángulo de Weimar. Como para darles la razón –y seguir atizando este ambiente prebélico-, el presidente ruso, Vladímir Putin, volvió a blandir la amenaza de una guerra nuclear…

¿Cuál será el impacto de esta dramatización en la opinión pública? Es una incógnita. Parece probado que la saturación de mensajes apocalípticos sobre el cambio climático está empezando a tener ya el efecto inverso al esperado. Y lo mismo podría pasar con el belicismo ambiente actual. Las elecciones europeas del 6 al 9 de junio próximos serán un buen termómetro al respecto. Ahora mismo, los últimos sondeos otorgan el rango de tercera fuerza política al grupo de extrema derecha Identidad y Democracia (ID), donde están integrados, entre otros, el Reagrupamiento Nacional (RN) –que encabeza las encuestas en Francia- y Alternativa para Alemania (AfD) –que va en segundo lugar en tierras germanas-. Todas las acusaciones contra estas fuerzas por su presunta connivencia con Moscú no parecen tener, hasta el momento, efecto alguno. El ascenso de la ultraderecha, lejos de estarse frenando, parece consolidarse:


● Portugal. Las elecciones legislativas portuguesas del domingo 10 de marzo, que supusieron la derrota del Partido Socialista, han dejado un panorama político que complica enormemente la gobernabilidad del país y que, acaso, podría desembocar una eventual repetición electoral. Lo más sustantivo de los comicios ha sido el fulgurante ascenso de la fuerza de extrema derecha Chega.

● Bélgica. País extremadamente dividido entre su alma flamenca y valona –de habla neerlandesa y francesa, respectivamente-, Bélgica afronta también una radical fractura política. Mientras en el sur dominan los socialistas, en Flandes el partido de ultraderecha Vlaams Belang (del grupo europeo ID, por cierto) acaricia la victoria en junio, cuando también se celebran elecciones legislativas.

● Países Bajos. El miércoles, el líder ultraderechista Geert Wilders (PPV), ganador de las elecciones del pasado noviembre, renunció a optar al cargo de primer ministro ante la falta de acuerdo con el resto de fuerzas conservadoras. Su desistimiento puede facilitar un acuerdo para un gobierno de coalición. Pero, sea quien sea el futuro jefe del Gobierno, el Partido por la Libertad seguirá siendo la primera fuerza del Parlamento.

Ver para creer (o no)


@Lluis_Uria

La imagen, de aire vagamente gótico, parece una pintura pero no lo es. En el centro hay una joven agonizante velada por otras dos mujeres, mientras un hombre se apoya en la ventana dando la espalda a la escena. Se titula Fading away (desvaneciéndose) y es obra del fotógrafo británico Henry Peach Robinson. Elaborado en 1858, es el  primer fotomontaje del que se tiene noticia; para lograrlo, su autor combinó imágenes de cinco negativos distintos. Formado como pintor, Robinson no tenía evidentemente un objetivo documental sino artístico (por lo que hablar de manipulación no tendría sentido)

Hace un siglo, sin embargo, los fotomontajes –en su versión técnicamente más elaborada o en la más pedestre del cortar y pegar– empezaron a usarse sistemáticamente para falsear la realidad con una intencionalidad política. Bajo la despiadada dictadura de Stalin, el poder soviético no se conformó con purgar –enviando al Gulag o al pelotón de fusilamiento– a opositores, disidentes y camaradas descarriados, sino que se propuso borrar su memoria de la Historia. Es célebre cómo el estalinismo se dedicó a suprimir sistemáticamente de todas las fotos de la época revolucionaria la imagen de Trotski, uno de los líderes bolcheviques históricos, antes de ordenar su asesinato.

Con la aparición del programa de edición fotográfica Photoshop en 1986,  el retoque de imágenes se convirtió en una cosa de niños. O casi. De repente, se podía no únicamente mejorar la luz o el color, sino también borrar y desplazar elementos. La hora de la manipulación fotográfica había sonado... Desde entonces, la tecnología no ha hecho más que perfeccionarse y el desarrollo de la Inteligencia Artificial (IA) generativa amenaza con llevar la falsificación a extremos incontrolables.

Lo sucedido con la fallida foto del retorno en sociedad de Kate Middleton ilustra la tentación permanente del poder por retocar o edulcorar la realidad. Después de semanas sin noticias de la princesa de Gales tras una intervención quirúrgica, la casa real británica quiso poner fin a los rumores difundiendo una idílica imagen familiar de Catalina rodeada de sus hijos. Salvo que la foto estaba trucada y el efecto ha sido el inverso del buscado. Que el montaje haya sido burdo y fácilmente detectable no resta gravedad al asunto. La próxima vez lo harán bien –los medios para ello existen– y no nos enteraremos.

En Estados Unidos, en plena campaña para las elecciones presidenciales de noviembre, el baile de imágenes falsas que circulan por las redes sociales empieza a adquirir tintes preocupantes. Una investigación de la BBC ha descubierto  que seguidores de Donald Trump –sin que haya pruebas de la implicación de su equipo de campaña– están difundiendo por las redes decenas de imágenes falsas, creadas por IA, en las que se ve al candidato republicano sonriente junto a grupos de afroamericanos, con leyendas en las que se da a entender que tiene un apoyo creciente en la comunidad negra. Algunos de los divulgadores, identificados y contactados por los periodistas de la radiotelevisión británica, tienen cientos de miles de seguidores en las redes sociales. Se da la circunstancia de que una de las imágenes –en la que se ve a Trump sentado en un porche con un grupo de jóvenes negros– fue creada originalmente por un sitio web satírico y crítico con el expresidente, pero ha sido utilizada luego con el objetivo contrario.

La elección del tema no tiene nada de casual. La disputa por el voto de la comunidad negra será esencial en este segundo duelo entre Donald Trump y el demócrata Joe Biden. Un reciente sondeo de The New York Times y el Sienna College indicaba que en seis de los estados donde se puede decantar el resultado electoral (swing states), el 71% de los votantes negros votarían esta vez por el actual presidente, mientras que en el 2020 le apoyaron el 92%.

La organización británica Center for Countering Digital Hate realizó en febrero una prueba para comprobar cuán vulnerables son los sistemas de  IA frente a manipulaciones para generar desinformación política. El experimento, centrado en las elecciones norteamericanas y realizado con ChatGPT, Midjourney, Stability e Image Creator de Microsoft, evidenció que se podían sortear las protecciones en el 41% de los casos. Y generar imágenes falsas como Trump detenido por la policía o Biden ingresado en un hospital. Falsedades de todo tipo circularon ya hace cuatro años, pero ahora será mucho más rápido, mucho más fácil.

En un reciente artículo publicado en Foreign Affairs, responsables de ciberseguridad del departamento de Seguridad Interior de EE.UU. alertaban de hasta qué punto la IA generativa “es una amenaza para la democracia”, al adulterar con asombrosa facilidad la realidad. En los próximos meses millones de personas acudirán a las urnas en todo el planeta. Y será extremadamente fácil divulgar imágenes falsas de políticos en situaciones inventadas, e incluso crear vídeos donde se les atribuyan –con su propia voz– declaraciones ficticias. Las maniobras de este tipo, tendentes a desacreditar a candidatos, pueden dirigirse después a poner en duda la limpieza del propio proceso y el resultado electoral.

En las últimas elecciones presidenciales en Indonesia, celebradas el 14 de febrero, el Partido de los Grupos Funcionales (Golkar) –que gobernó el país entre 1971 y 1999– difundió un vídeo falso, generado por IA, en el que aparecía el difunto dictador Suharto resucitado –con su rostro y su voz– pidiendo el voto. Como si en España reapareciera Franco en un spot electoral. En este caso, probablemente muy pocos se llevarían a engaño... ¿O quizá no?


Mar de fondo en la derecha europea

 


NEWSLETTER ‘EUROPA’

11/03/2024

 @Lluis_Uria

 

Todo eran sonrisas y aplausos –bueno, todo no, casi todo- el pasado jueves en la gran sala circular de Romexpo, en Bucarest, donde los delegados del Partido Popular Europeo (PPE) acababan de elegir a la democristiana alemana Ursula von der Leyen como candidata a repetir en el cargo de presidenta de la Comisión Europea tras las elecciones al Parlamento Europeo de los próximos 6 a 9 de junio. Von der Leyen se impuso –tampoco tenía rival- por 400 votos a 89. Entre quienes votaron en contra, y no mostraban sonrisa ninguna, estaban los delegados del partido francés Los Republicanos, algo inimaginable en la época de la luna de miel política entre Angela Merkel y Nicolas Sarkozy. Muestra del mar de fondo que agita las aguas de la derecha europea.

Quien sí sonreía -tampoco tenía otro remedio- era el líder del PPE, el socialcristiano bávaro Manfred Weber, sumo sacerdote del evento. Pero no es difícil intuir que en su interior la sonrisa debía estar petrificada por el hielo. En noviembre del 2018 en Helsinki, había sido Weber el elegido, el aclamado por sus pares de toda Europa. Y tras la victoria de los populares en las elecciones europeas del 2019 ya se veía ocupando la presidencia del ejecutivo comunitario en Bruselas. Ese era el espíritu, al menos, de la figura del spitzenkandidat (en alemán, candidato principal), con la que se trataba de ofrecer –o de aparentar que se ofrecía- un mecanismo más democrático en la configuración del gobierno europeo. Pero el presidente francés, Emmanuel Macron, vetó su nombre y pactó con Merkel la designación de Von der Leyen.

La simpatía mutua entre Weber y Von der Leyen -que pertenecen a partidos diferentes pero históricamente aliados- es perfectamente descriptible. Pero no son las rencillas personales lo más sustantivo de esta extraña cohabitación alumbrada en Bucarest, sino sus diferencias políticas. Von der Leyen, una mujer aupada en su momento por Angela Merkel, forma parte del ala más moderada de la CDU –y su gestión en Bruselas no ha hecho más que corroborarlo-, mientras que Weber ha impreso un sesgo conservador y fuertemente escorado a la derecha en el PPE. Hasta el punto de coquetear sin disimulo, en los últimos tiempos, con romper el tradicional bloque europeísta que domina el Parlamento Europeo –integrado por populares, socialdemócratas, liberales y verdes y explorar una alianza con el grupo Conservadores y Reformistas Europeos (CRE), donde está el partido de la primera ministra italiana, Giorgia Meloni -el posfascista Hermanos de Italia- con los polacos de Ley y Justicia y el español Vox.

La cohabitación Weber-Von der Leyen se adivina complicada. La alemana será más que probablemente reelegida presidenta de la Comisión Europea –los populares serán con toda seguridad los más votados en junio y su candidatura cuenta con el favor de importantes dirigentes europeos- pero, al menos sobre el papel, asumirá esta vez el cargo con un programa bastante más conservador que cinco años atrás. En Bucarest, el PPE aprobó un manifiesto en el que propone endurecer la política migratoria, introduciendo entre otras la controvertida medida de derivar a los solicitantes de asilo a países terceros –como el Reino Unido pretende hacer con Ruanda-, y abrir una “nueva fase” en la aplicación del Pacto Verde por Europa -el Green deal impulsado personalmente por Von der Leyen- que sitúe el crecimiento económico en el centro, con una especial atención a los problemas de los agricultores europeos.

En su discurso de aceptación, Von der Leyen hizo un esfuerzo por asumir esta nueva línea –“Tenemos un manifiesto fantástico y estamos unidos en los mensajes”, declaró-. Pero marcó sus propias líneas rojas en materia de alianzas: nada de pactos con partidos prorrusos, que cuestionen la ayuda a Ucrania, ni antieuropeos. Por lo demás, Von der Leyen no solo deberá hacer equilibrios con su propio partido y el Parlamento Europeo resultante de las elecciones, sino también con los dirigentes de los principales países europeos. Y no parece que ni Olaf Scholz en Alemania, ni Emmanuel Macron en Francia ni Pedro Sánchez en España vayan a tragar con el recetario Weber sin más.

La deriva del PPE no responde, sin embargo, exclusivamente a un hombre. Es reflejo del giro que están experimentando desde hace tiempo numerosos partidos conservadores europeos, que sintiendo en la nuca el aliento de la extrema derecha se han lanzado como si no hubiera un mañana a adoptar gran parte del discurso de los ultras, particularmente en materia de inmigración e identidad nacional. Lo que no está haciendo más que dar alas a sus competidores. Los republicanos franceses llevan un tiempo instalados en esta deriva derechista -que les está conduciendo a la irrelevancia- y, si bien conectan con las tesis de Weber, no se fían de Von der Leyen: demasiado europeísta, demasiado a la izquierda, demasiado amiga de Macron… Por eso votaron en contra.

Ante este fluido escenario, los partidos de extrema derecha buscan resituarse y colocarse en la mejor posición para un eventual pacto con la derecha. La francesa Marine Le Pen, líder del Reagrupamiento Nacional (RN), a cuya candidatura los sondeos vaticinan la victoria en las europeas con un 29% de los votos, está buscando la forma de distanciarse, cuando no de romper, con Alternativa para Alemania (AfD), con quien comparte asiento en el grupo Identidad y Democracia (ID). La causa de la ruptura sería la participación de miembros de AfD en una reunión con grupos neonazis en la que se discutió un plan para deportar a todos los extranjeros y ciudadanos alemanes de origen inmigrante no suficientemente integrados. Lo que levantó en Alemania un imponente movimiento de protesta 

La controvertida propuesta de un plan de “remigración” –según la jerga al uso- no solo choca con el trabajo de años de Le Pen para desdiabolizar la imagen de su partido y hacerlo respetable, sino que entronca con las tesis de su principal competidor interno, el partido Reconquista de Éric Zemmour, cuya candidata en las europeas no es otra que su propia sobrina, Marion Maréchal-Le Pen (casada, por cierto con un fratelli italiano, el eurodiputado Vincenzo Sofo). Para Marine Le Pen, Reconquista es una piedra en el zapato, que obstaculiza asimismo su objetivo de aproximarse a Giorgia Meloni, a quien ha lanzado diversos cables en los últimos tiempos y que tiene sus propios problemas internos con la Liga de Matteo Salvini (integrado hoy por hoy en el grupo de Le Pen). Si la italiana y la francesa cambiaran de aliados y se unieran en Estrasburgo y Bruselas, el panorama político europeo podría transformarse radicalmente.

 

Portugal. Las derechas se impusieron ayer claramente en las elecciones legislativas portuguesas, avanzadas tras la dimisión del primer ministro socialista António Costa por un caso de corrupción. Más allá del descalabro socialista, lo más notable es el fuerte ascenso del partido de extrema derecha Chega, que duplicaría sus votos, y confirmaría la tendencia al alza de las fuerzas extremistas en toda Europa. La excepción portuguesa se ha terminado.

Aborto blindado. Francia ha vuelto a hacer historia. Las dos cámaras parlamentarias francesas, la Asamblea Nacional y el Senado, reunidas en Congreso en Versalles aprobaron el lunes inscribir en la Constitución francesa el derecho al aborto, con el objetivo de blindarlo ante mayorías cambiantes y jurisprudencias tornadizas (como en Estados Unidos). Es la culminación de la reforma impulsada en 1975 por la legendarias Simone Veil, que sufrió entonces una durísima campaña de descalificaciones. 

Tipos inamovibles. En su reunión del pasado jueves, el consejo del Banco Central Europeo (BCE) acordó por unanimidad mantener los tipos de interés en el nivel actual (4-4,75%), el más alto desde el nacimiento del euro, a pesar de la desaceleración de la economía. Y aunque no se abordó una próxima rebaja, se decidió empezar a discutir sobre “cómo poner fin al ciclo restrictivo actual”. Hay quien ve brotes verdes.

 

Tambores de guerra


 

NEWSLETTER ‘EUROPA’

04/03/2024

 @Lluis_Uria

 

La evolución de la guerra en Ucrania sigue marcando a fuego la agenda política europea. Dos años después de la invasión rusa, el 24 de febrero de 2022, el ejército ucraniano –falto de armamento, munición y tropasafronta serias dificultades en el frente, mientras la guerra de guerrillas política en Washington mantiene congelada la ayuda –esencial- de Estados Unidos a Kyiv. Ante esta situación, y la perspectiva de que EE.UU. se desentienda del continente y de sus aliados si Donald Trump vuelve a ser elegido presidente en noviembre, los dirigentes europeos se han convencido finalmente de que la UE debe dotarse de los medios necesarios para asumir su propia defensa.

Desde hace un tiempo, altos cargos militares de diversos países europeos advierten del riesgo de una guerra generalizada en Europa a la vista de la conducta agresiva de Rusia, que las promesas de Vladímir Putin en el sentido de que su país ya no tiene más reivindicaciones territoriales en Europa, lejos de atenuar no han hecho más que acrecentar. Recuerdan demasiado a las falsedades de Hitler en Munich en 1938.

La presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen, se hizo eco de este sentir el jueves pasado ante el Parlamento Europeo al señalar que “la amenaza de una guerra puede no ser inminente pero no es imposible” y llamar a los países miembros de la UE a impulsar la industria de defensa europea con un plan común de rearme. El plan de Bruselas es financiar este esfuerzo con presupuestos comunitarios. Von der Leyen también propuso pagar la ayuda militar a Ucrania con los fondos rusos congelados.

La defensa europea recibió a principios de semana una buena noticia con la decisión de Hungría de levantar su veto al ingreso de Suecia en la OTAN, que lo había solicitado junto a Finlandia en mayo del 2022, dos meses después de desencadenada la agresión rusa contra Ucrania. El primer ministro húngaro, Viktor Orban –oveja negra de la familia europea y amigo vergonzante de Putin en la UE-, mantuvo su negativa a avalar la entrada de los suecos en la Alianza Atlántica al mismo tiempo que bloqueaba la concesión de nueva ayuda militar a Kyiv. Al final, ha tenido que dar marcha atrás en ambas cosas. La entrada de Suecia en la OTAN refuerza la defensa aliada en el Báltico.

La paz en Europa depende en gran medida de que su potencia militar sea realmente disuasoria. Y de que Rusia no salga vencedora en Ucrania. Vistas las dificultades del ejército ruso para imponerse en el campo de batalla tras dos años de combate, parece inverosímil que Putin pudiera decidir a corto plazo abrir un segundo frente y atacar – por ejemplo- a los países bálticos, donde también existe una minoría rusa que podría darle el pretexto para una intervención. Pero si venciera a Kyiv, el peligro se multiplicaría. Andreu Mas-Collell escribía el miércoles en nuestras páginas que Europa debe redoblar el envío de armas y municiones a Ucrania, y hacerlo ya. “Si fallamos –advertía-, quizá dentro de unos meses estaremos debatiendo si tenemos que enviar soldados”.

El envío de tropas a Ucrania, el enfrentamiento directo con los rusos en el campo de batalla, había sido hasta ahora un absoluto tabú político. Una eventualidad que ha tratado cuidadosamente de evitarse, no en vano un choque militar entre Rusia y la OTAN podría derivar fácilmente en una guerra nuclear de consecuencias incalculables… Y, sin embargo, contra todo pronóstico (¿y toda lógica?), el lunes pasado el presidente francés, Emmanuel Macron, -quien aseguró que se hará “todo lo que haga falta para que Rusia no pueda ganar esta guerra”-, atravesó la línea roja: “No existe hoy un consenso para enviar de manera oficial, asumida, tropas de tierra, pero, según la evolución, nada puede excluirse”, dijo ante una veintena de jefes de Estado y de gobierno que forman la coalición de apoyo a Kyiv reunidos en el Elíseo. Que no hay un consenso se vio pronto, con el desmarque de varios países, entre ellos Alemania y España.

“¿Emmanuel Macron está loco o solo fanfarronea?”, se preguntó gráficamente el analista norteamericano Ian Bremmer, quien considera altamente improbable un escenario semejante. El director del grupo Eurasia llegó a la conclusión de que solo se trata de una astucia: “A Macron le gusta destacarse en el escenario global, para bien o para mal. Recibió muchas críticas por parecer demasiado amigable con Putin al comienzo de la guerra. Lanzar una amenaza como esta le permite parecer duro, sin tener que respaldarlo”. En todo caso, dada la magnitud de los problemas internos que afronta, es fácil que cayera en la tentación de intentar redorar su imagen como jefe de guerra. Por lo pronto, ya lo está utilizando contra el Reagrupamiento Nacional de Marine Le Pen en la campaña de las elecciones europeas, donde los ultras aparecen como favoritos.

Quien no lo necesita para nada como argumento electoral –habida cuenta del control férreo que mantiene sobre las elecciones del 15-17 de marzo, de las que han sido barridos todos los candidatos opositores- es Vladímir Putin, a quien sin embargo el discurso va-t’en-guerre de Macron le viene de perlas para reforzar en clave interna la idea de una Rusia asediada por el perverso Occidente. El presidente ruso lo aprovechó en su discurso anual sobre el estado de la nación, el jueves, para amenazar con la hecatombe: “Todo esto amenaza [con crear] un conflicto con uso de armas nucleares y la destrucción de la civilización. ¿No lo entienden?”. Por si cabía alguna duda.


 Restauración de la naturaleza. El pleno del Parlamento Europeo aprobó el miércoles la polémica ley de Restauración de la naturaleza, que salvó el trámite a pesar del voto en contra de una parte del Partido Popular Europeo (PPE) y de la extrema derecha. La norma era largamente esperada por los ecologistas y defensores del medio ambiente, pero vista con muchas reservas por los agricultores. Ahora los 27 deberán ratificarla.

Derrota de Meloni. Hasta ahora la primera ministra de Italia, Giorgia Meloni, parecía intocable. Ya no. La victoria de la coalición entre el Movimiento 5 Estrellas (M5E) y el Partido Demócrata frente a la coalición de la derecha en las elecciones regionales de Cerdeña supone la primera derrota electoral significativa para la líder del partido posfascista Hermanos de Italia desde su llegada al poder en Roma hace un año y medio.

Amnistía rechazada. El Alto Tribunal de Belfast ha dictaminado que la ley de amnistía aprobada por Londres para hacer borrón y cuenta nueva en el conflicto norirlandés va en contra de la Convención Europea de Derechos Humanos. La norma borraba las culpas de los soldados, policías y miembros de los servicios de inteligencia acusados de asesinar a católicos en el Ulster. Y de paso, también a militantes del IRA. El fallo será recurrido.

 

Europa en las trincheras



NEWSLETTER ‘EUROPA’

26/02/2024

@Lluis_Uria

 

La idea de una Europa unida es antigua. Ya la esbozó en 1849, ante el

Congreso de la Paz reunido en París, el escritor francés Victor Hugo:

“Llegará un día en que vosotros, Francia, Rusia, Italia, Inglaterra,

Alemania, todas las naciones del continente, sin perder vuestras

distintas cualidades y vuestra gloriosa individualidad, os fundiréis

estrechamente en una unidad superior y constituiréis la fraternidad

europea”. Lejos del proyecto napoleónico de una Europa con

acento francés –con leyes, tribunales y una moneda comunes, pero

sometida al dictado de París-, el autor de Los Miserables planteó la

creación de unos igualitarios Estados Unidos de Europa, una idea que

recogería a su vez en los años veinte del siglo pasado el político

austriaco Richard Coudenhove-Kalergi, padre de la Pan-Europa. Hubo

que esperar, sin embargo, al fin de la Segunda Guerra Mundial para que

este ideal empezara a cuajar.

 

La Unión Europea es hoy todavía un proyecto en construcción,

sometido a numerosos vaivenes y tensiones internas, y enfrentado a

importantes retos de futuro. Pero es también una realidad indiscutible

para los 448 millones de habitantes de los 27 países que la integran. Sus

normas, sus políticas, sus iniciativas tienen un impacto directo sobre

nuestra vida cotidiana. Cada lunes, esta newsletter intentará explicar lo

que se cuece, lo que se debate, lo que sucede en este espacio que ha

devenido nuestro hogar común.

 

El estreno de este boletín coincide con uno de los momentos más

trágicos de la historia reciente de Europa, el conflicto de Ucrania, con el

retorno al suelo europeo de lo que ya parecía impensable: una nueva

guerra territorial. Este sábado pasado se cumplieron dos años de la

invasión militar ordenada por el presidente ruso, Vladímir Putin, para

tratar de mantener amarrado a su órbita a un país que

indefectiblemente se le escapaba y cuya vocación –hoy más que nuncaes integrarse en la UE. La guerra de Putin ha causado decenas de miles

de muertos y expulsado a millones de refugiados. Y ha empujado a

Europa a empezar a tomarse en serio su propia defensa.

 

El segundo aniversario de lo que Moscú denomina farisaicamente

“operación militar especial” ha coincidido con un punto de inflexión en

el curso de los combates, con las tropas rusas avanzando en el frente

mientras Ucrania se lamenta de escasez de armas y municiones. A

diferencia de Estados Unidos, que mantiene bloqueada la aprobación de

nuevos fondos, Europa aprobó recientemente una ayuda adicional de

50.000 millones de euros y esta semana acordó nuevas

sanciones contra Rusia. Pero sus ciudadanos son cada vez más

escépticos sobre el desenlace de la guerra.

 

Cuando Victor Hugo hablaba en el siglo XIX de una Europa unida

pensaba en la inclusión de Rusia, algo que periódicamente ha

sobrevolado el debate sobre el futuro del continente. Desde la idea de

una “Europa del Atlántico a los Urales” lanzada en 1959 por el general

De Gaulle con el propósito de superar la guerra fría hasta el concepto de

“Casa Común europea” propugnado a mediados de los ochenta por el

último líder soviético, Mijaíl Gorbachov, para acercar a Rusia y

Occidente, no han faltado voces en este sentido. Pero la posibilidad de

una aproximación mutua tras el hundimiento de la URSS se acabó

malogrando. Y hoy está más lejos que nunca.

 

Comisión Europea. La democristiana alemana Ursula von der Leyen, presidenta de la Comisión Europea, anunció el lunes pasado su candidatura a revalidar

su cargo tras las elecciones europeas del 6 al 9 de junio. Sin rivales

dentro del PPE y con buenas relaciones con dirigentes europeos

socialdemócratas, como Pedro Sánchez, su continuidad parece

asegurada.

 

Agricultura. La presión de los agricultores europeos, que siguen con sus tractoradas

en España, Francia y otros países, ha forzado a la Comisión Europea a

aceptar una revisión de la última reforma de la Política agraria Común

(PAC) con el fin de facilitar el cobro de las ayudas europeas. En el

problema del campo intervienen, sin embargo, otros factores más

difíciles de abordar.

 

Tecnológicas. Bruselas ha abierto una investigación sobre la red

social TikTok para comprobar si ha infringido la Ley de Servicios

Digitales (DSL) al inducir un comportamiento adictivo en los niños,

entre otros incumplimientos. La Comisión Europea prepara asimismo

una multa de 500 millones a Apple por abuso de posición dominante.

  

domingo, 10 de marzo de 2024

Objetivo: deportación


@Lluis_Uria

El 20 de enero de 1942, los jerarcas de la Alemania nazi se reunieron en Wannsee, al sudoeste de Berlín, para celebrar una conferencia que acabaría convirtiéndose en uno de los momentos más siniestros de la Historia de la humanidad. Allí, en una  suntuosa villa reconvertida hoy en memorial, el director de la Seguridad del Reich, Reinhard Heydrich, y sus cómplices, con la aquiescencia de Adolf Hitler, pusieron en marcha lo inimaginable: un plan para la deportación y exterminio de la población judía de Europa. Lo llamaron la “solución final” y  conduciría a la muerte a seis millones de personas. El Holocausto.

A menos de 10 kilómetros de allí, en un hotel de Brandeburgo, representantes de diversos grupos neonazis y de extrema derecha alemanes mantuvieron una reunión secreta el pasado 25 de noviembre para abordar un plan de deportación masiva de inmigrantes que sería puesto en práctica en caso de que el partido ultranacionalista Alternativa para Alemania (AfD) alcanzara el poder –un extremo no del todo descabellado, puesto que ahora mismo los sondeos para las elecciones europeas de junio le otorgan el estatus de segunda fuerza política, con una expectativa de voto del 20%–.

Dentro de la categoría de deportables, los promotores de la iniciativa incluían no ya a inmigrantes en situación irregular, sino también a solicitantes de asilo, extranjeros con los papeles en regla e incluso ciudadanos alemanes de pleno derecho “no asimilados”. Según sus cálculos, unos dos millones de personas serían enviadas a algún país –por determinar– del norte de África. Se dirá que deportación no es sinónimo de exterminio. Pero por ahí se empieza. Antes de concebir la terrible “solución final”, los nazis habían planeado la deportación de los judíos europeos a la isla de Madagascar –en aquella época, colonia francesa–, que se hubiera convertido de este modo en un país-prisión. Solo que la idea fue abandonada por inviable.

El descubrimiento de la reunión de Brandeburgo, revelada en enero por el equipo de periodistas de investigación Correctiv, causó un gran escándalo en Alemania, tanto más cuanto que en el encuentro habían participado representantes de Afd e incluso de la Unión Demócrata Cristiana (CDU). Cientos de miles de personas se manifestaron en todo el país contra la extrema derecha, abriéndose el debate de si sería conveniente –además de constitucional– la ilegalización de Afd.

El posterior desmarque oficial de este partido del plan de deportación no  oculta, sin embargo, el hecho de que la idea va tomando cuerpo entre la extrema derecha europea. En Francia, el utraderechista Éric Zemmour, líder del partido Reconquista –quien obtuvo un 7% de los votos en las elecciones presidenciales del 2022– es también un adepto de esta solución, único medio, a juicio de este defensor de la teoría conspirativa del “gran reemplazo”, de frenar el aumento de la población musulmana. El plan de Zemmor sería repatriar a un millón de extranjeros en cinco años, para lo que crearía –en el caso improbable de gobernar– un ministerio específico en el Gobierno. A más largo plazo, su sueño sería expulsar de Francia a cinco millones de musulmanes.

En Europa, a causa del legado del horror nazi, la palabra “deportación” está muy mal vista, así que los ultras alemanes y franceses prefieren hablar en público  de “remigración”, eufemismo que apenas enmascara lo que pretende designar: una masiva operación de limpieza étnica.

A Donad Trump, las sutilezas lingüísticas –en caso de apreciarlas– le traen al pairo. Así que el expresidente de Estados Unidos y candidato a la nominación republicana para volver a la Casa Blanca no tiene tapujos en hablar de deportación. Por el contrario, lo ha convertido en una de las ideas-fuerza de su campaña. Trump propone llevar a cabo “la más amplia operación de deportación de la historia de América” con la expulsión masiva de extranjeros en situación irregular. Una propuesta que reiteró en la reciente reunión anual de la Conferencia de Acción Política Conservadora, el 25 de febrero en Maryland, un foro ultra en el que también participaron entre otros el argentino Javier Milei y el español Santiago Abascal.

Trump plantea expulsar de forma inmediata a entre dos y tres millones de personas (del total de 11 millones de inmigrantes irregulares que se calcula que hay en EE.UU.), lo que, según algunos analistas, comportaría necesariamente la participación del ejército y la creación de campos de retención. El propio Trump ha aludido, como antecedente inspirador, a la controvertida Operación Espalda mojada (Operation Wetback) llevada a cabo bajo la presidencia de Eisenhower en 1954, una campaña de detención y deportación masiva de trabajadores mexicanos indocumentados –se calcula que hubo 1,3 millones de expulsados– en condiciones vejatorias. Atestados en autocares, trenes y barcos, algunos espaldas mojadas –como despectivamente se llamaba a los mexicanos que entraban en el país cruzando el Río Grande– fueron forzados a caminar a través del desierto, donde casi un centenar perecieron. A juicio del candidato republicano, la operación “fue un éxito”.

La deportación masiva que planea Trump no va más allá, por ahora, de los simpapeles. Sin embargo, toda la retórica racista con que la acompaña –asimilando a los inmigrantes con “criminales y violadores”, diciendo que “envenenan la sangre de EE.UU.”– bebe de las mismas raíces emponzoñadas, estas sí, de las que surgió el nazismo y de las que se sigue alimentando la extrema derecha europea.