jueves, 11 de abril de 2024

Esperando al ‘primo de Zumosol’


NEWSLETTER 'EUROPA'

@Lluis_Uria

En la primera mitad de los años 90 triunfó en España una campaña publicitaria de zumos de frutas donde aparecía un fornido joven que auxiliaba, tan solo con mostrar sus músculos mientras bebía un energético zumo, a un niño víctima de bullying. Había nacido el primo de Zumosol. La campaña dejó de difundirse en 1994, pero la expresión para designar al fuerte que socorre al débil arraigó y sobrevivió en el lenguaje popular (e incluso llegó al político). Estados Unidos es el primo de Zumosol de Europa desde 1917, cuando declaró la guerra a Alemania y envió a sus primeros soldados al continente. Lo fue, de forma decisiva, en la Segunda Guerra Mundial y, después, durante la guerra fría. Lo sigue siendo hoy: Washington mantiene a 100.000 soldados norteamericanos en suelo europeo, además de armas nucleares tácticas estacionadas en Alemania, Bélgica, Italia, Países Bajos y Turquía. Pero ¿lo seguirá siendo en el futuro?

La pregunta, que inquieta de forma creciente a los dirigentes europeos, no es superflua. Porque la respuesta ha dejado de ser obvia. Que Estados Unidos pueda no ya abandonar pero sí desentenderse progresivamente de la alianza con Europa que él mismo impulsó  bajo la presidencia de Harry Truman en 1949 -y que hoy, tras sucesivas ampliaciones, reúne a 32 países- no es en absoluto inimaginable. ¿Cómo, si no, entender la advertencia lanzada el jueves en Bruselas por el secretario general de la OTAN, Jens Stoltenberg, en el mismo día en que la organización conmemoraba –sin fastos- sus 75 años de vida?

“No creo en Estados Unidos solo –declaró el máximo dirigente de la Alianza Atlántica-, igual que no creo en una Europa sola. Creo en Estados Unidos y Europa juntos en la OTAN, porque juntos somos más fuertes y estamos más seguros”. ¿Hacía falta recordarlo? ¿Hacía falta insistir en ello cuando el enemigo histórico, Rusia –ya exsoviética pero igualmente autocrática-, ha atentado contra la paz en Europa desatando la guerra contra Ucrania? ¿Cuando amenaza con la guerra nuclear? Por lo visto, sí.

Hay una fecha que puede hacer bascular las cosas: el próximo 5 de noviembre el expresidente Donald Trump podría ser reelegido para un segundo mandato. El candidato republicano ya demostró ostensiblemente durante su primera etapa en la Casa Blanca (2017-2021) su desprecio hacia la OTAN y sus aliados europeos. Y sus declaraciones recientes al respecto –con el matiz de que fueron pronunciadas en un mitin electoral- son del mismo tenor, si no más inquietantes: el pasado mes de febrero dio a entender que EE.UU. se desentendería de socorrer a aquellos países europeos que gastan poco en defensa en caso de un ataque de Rusia, lo que vendría a convertir en papel mojado la cláusula de defensa colectiva recogida en el artículo 5 del tratado de Washington.

No se trata únicamente de una más entre las bravatas a las que nos tiene acostumbrado el magnate -y golpista vocacional- neoyorquino. Responde a una corriente de fondo en ciertos sectores del Partido Republicano. Algunos think tanks ultraconservadores, como el Center for Renewing America, abogan por una política de cierta desconexión. “Con los desafíos de una China en ascenso y una amenaza rusa disminuida para Europa, ya es hora de que Estados Unidos se aleje del continente como prioridad de seguridad nacional”, escribía en uno de los últimos artículos dedicados a la cuestión uno de sus miembros, Sumantra Maitra, para quien el “compromiso excesivo” de EE.UU. con la OTAN tiene que ver más con la ideología que con los intereses del país. James Jay Carafano, de The Heritage Foundation, sostiene algo similar cuando defiende que una OTAN más fuerte –por su componente europea- “permitiría a Estados Unidos centrar su atención en lo que debería ser su máxima prioridad: disuadir a China en el Indo-Pacífico”.

Esta es la melodía de fondo que acompaña el posible retorno de Trump a la Casa Blanca. Y que, de hecho, no es más que la evolución –radical- de una línea iniciada ya en la época de Barack Obama, cuando decidió hacer pivotar la atención estratégica de EE.UU. hacia el Pacífico hace ya más de una década. “Ahora, con el ascenso de China y el comienzo de un cambio generacional en el liderazgo en Washington, es poco probable que Estados Unidos proporcione el nivel de apoyo que Europa necesita. No importa quién se siente en la Casa Blanca, es casi seguro que el compromiso de EE.UU. con la OTAN se debilitará en los próximos años”, vaticinaba días atrás en Foreign affairs el politólogo Max Bergmann, del Center for Strategic and International Studies.

 Una muestra práctica de lo que este nuevo equilibrio podría significar puede observarse en el contencioso sobre la ayuda militar a Ucrania, de la que hasta ahora EE.UU. ha sido el principal valedor. Desde diciembre, los republicanos mantienen bloqueada en el Congreso una ayuda de 60.000 millones de dólares a Kyiv, lo que deja a Europa prácticamente sola frente al envite de sostener la resistencia ucraniana. El secretario de Estado de EE.UU., Anthony Blinken, vino a reconocerlo implícitamente esta semana en Bruselas cuando instó a los europeos a reforzar su industria de defensa con el fin de poder responder a las demandas –de municiones y armas- de Ucrania. En su reunión de esta semana, los ministros de Exteriores de la OTAN acordaron poner en marcha un fondo de 100.000 millones de euros para blindar la ayuda militar a Kyiv. Lo que dista mucho de estar claro, sin embargo, es cuándo, cómo y quién lo pagará.

Parece cada vez más evidente, en cualquier caso, que Europa deberá asumir un mayor protagonismo en su propia defensa, algo en lo que Francia –siempre tan gaullísticamente despegada de Washington- viene años insistiendo. La Unión Europea cuenta desde hace un cuarto de siglo con una Política de Seguridad y Defensa Común (PSDC), que se ha traducido en una cuarentena de operaciones en el exterior –de los Balcanes al mar Rojo-, y en el 2018 –a iniciativa de París- se lanzó al margen de las instancias comunitarias la Iniciativa Europea de Intervención (IEI), sobre la base de la voluntariedad, cuya primera y única misión hasta ahora fue el apoyo a las fuerzas francesas en Mali en la lucha contra el yihadismo. Como un brazo de la política exterior.

Más allá de esto, la conciencia de que Europa debe reforzar y estrechar la cooperación militar entre sus miembros –incluyendo aquí el desarrollo y adquisición de nuevo armamento- para robustecer su propia defensa está cada vez más extendida. Señal de los nuevos tiempos, la actual presidenta de la Comisión Europea y candidata a la reelección por el PPE, Ursula von der Leyen, ha propuesto visualizar este compromiso con la creación en Bruselas de una nueva Comisaría de Defensa… Pero nada de todo esto tiene vocación –ni es suficiente- para reemplazar a la OTAN como garante de la seguridad de Europa. Aunque, eso sí, la Alianza deberá tener cada vez más acento europeo.


Trenes en disputa. Sabido es que Francia es muy celosa de lo suyo. La llegada de trenes extranjeros a París no es algo que le llene de gozo. Lo sabe perfectamente Renfe, que mientras duró su alianza con la SNCF para unir Barcelona y Madrid con París, los trenes franceses llegaban –y siguen llegando- a España sin problemas, mientras que los españoles no podían –y siguen sin poder- llegar a la capital francesa. Siempre por razones técnicas, claro. En cambio, la presencia de la SNCF en España, a través de la compañía de bajo coste Ouigo, va al alza (y no sin problemas, a causa de su agresiva política de precios). No sólo el AVE español no llega a París, sino que el proyecto de trenes nocturnos también está bloqueado. Las diferencias entre España y Francia por las trabas francesas a la liberalización ferroviaria fueron objeto de la reunión que mantuvieron el jueves en Bruselas los ministros Óscar Puente y Patrice Vergriete. El encuentro fue, aparentemente, positivo. Habrá que ver cómo se traduce en la práctica.

Ayudas desviadas. La policía italiana, en una investigación dirigida por la Fiscalía europea, detuvo el jueves a 22 personas a las que se acusa de haber defraudado 600 millones de euros al desviar fondos europeos destinados a combatir la crisis económica causada por la pandemia de covid. Al parecer, la trama empezó a pedir subvenciones comunitarias entre 2021 y 2023 con el objetivo formal de promover la digitalización y competitividad de pequeñas y medianas empresas, utilizando para ello sociedades pantallas sin actividad empresarial alguna. Los fondos eran, en realidad. desviados a cuentas bancarias abiertas en Austria, Eslovaquia y Rumanía.

Ulster movedizo. La tranquilidad ha durado poco en Irlanda del Norte. Dos meses después de que los unionistas abandonaran su boicot al Parlamento autónomo de Stormont –que mantuvieron paralizado dos años en desacuerdo por las condiciones del Brexit- y permitieran, por primera vez, la elección de una ministra principal republicana, Michelle O’Neill, del Sinn Féin -otrora brazo político del IRA-, un nuevo suceso podría dejarlo todo de nuevo en el aire. La detención -acusado de violación- y posterior dimisión del líder unionista, Jeffrey Donaldson, abre el camino a la elección de un nuevo líder en el DUP, donde no todos están por la conciliación.


domingo, 7 de abril de 2024

Quítate tú, que me pongo yo


@Lluis_Uria

Vladímir Putin tenía de qué regocijarse el sábado 16 de marzo. Y no solo porque estaba a punto de renovar por enésima vez su mandato como presidente de Rusia en las elecciones del día siguiente. Un mero trámite... Muertos, encarcelados, silenciados o en el exilio los potenciales opositores, con todos los resortes del poder puestos a su servicio, su victoria estaba atada. No, ese sábado Putin tenía otro motivo de satisfacción. La junta militar de Níger, que en diciembre había acordado reforzar la cooperación militar con Moscú –en una visita del viceministro de Defensa ruso, Yunús-bek Yevkúrov, a Niamey–, anunció su decisión de revocar el acuerdo de defensa con Estados Unidos y echar a los 1.000 soldados norteamericanos estacionados en el país. Una nueva pieza iba a caer en el tablero de África Occidental.

Los estadounidenses, que desde su base aérea de Agadez –con una importante dotación de drones– vigilan y combaten a los grupos terroristas del Sahel, seguirán así el camino de los franceses, cuyo último soldado abandonó Níger el pasado mes de diciembre, forzados por la misma junta golpista a retirar a los 1.500 militares que tenían desplegados en la lucha contra los yihadistas. La retirada occidental  deja el camino libre y expedito a Rusia, que poco a poco, país a país, se ha ido introduciendo en la región.

La guerra civil de Libia, primero, y la derrota del Estado Islámico (EI) en Siria e Irak, después, han convertido el Sahel –la vasta zona semidesértica que se extiende al sur del Sáhara– en el más peligroso foco del terrorismo mundial, donde operan grupos afiliados al EI y a Al Qaeda.

Esta efervescencia puso ya en el 2012 al borde del colapso al gobierno de Mali, acosado por el avance de los grupos armados  islamistas, que solo frenó la intervención militar de Francia en el 2013. Los franceses llegaron a tener desplegados unos 5.000 soldados en la zona, reforzados por unos 800 militares de la fuerza de apoyo europea Takuba y otros 500 dedicados a la formación y entrenamiento del ejército maliense dentro de la operación comunitaria EUTM (en la que participa España). Pero todo eso fue insuficiente para acabar con el problema. El Sahel se estaba convirtiendo en otro Afganistán.

Las tornas empezaron a cambiar en el 2021, cuando un golpe de Estado en Mali  instaló al frente del país a una junta militar. Al año siguiente, el gobierno golpista forzó a Francia a retirar sus tropas y disolver la fuerza de apoyo Takuba, mientras milicias rusas tomaban el relevo. La operación EUTM, por su parte, de la que quedan menos de 200 efectivos  en Bamako, está a punto de ser también liquidada.

Pero las cosas no acabaron aquí. El golpe de Mali  generó un efecto dominó que siguió en Burkina Faso (2022) y Níger (2023). Ambos países, siguiendo el mismo camino, ordenaron a su vez la expulsión de las tropas francesas, extendiendo de paso un fuerte sentimiento antifrancés en la región. Los nuevos poderes militares agitaban con una mano el resentimiento hacia la antigua metrópoli colonial mientras, con la otra, estrechaban sus vínculos con Moscú. Durante un tiempo, Washington quiso creer que Francia estaba pagando exclusivamente sus errores históricos con sus antiguas colonias de África Occidental y que EE.UU. –pese a haber cortado todas las ayudas a Níger como represalia por el golpe– podría quedar al margen del tsunami. Pero no ha sido así.

Habrá que ver cuándo y cómo se materializará la salida de las tropas norteamericanas de Níger –que constituyen el grueso de los efectivos del Africa Command del ejército de EE.UU.–, pero su expulsión, además del militar, tendrá un efecto político. Como subrayaba en The New York Times un antiguo enviado especial de Washington en el Sahel, J. Peter Pham, “las consecuencias potenciales van más allá del daño no insignificante a los esfuerzos antiterroristas y de inteligencia que implica la pérdida de acceso a las bases en Níger, sino al daño más amplio a la posición de EE.UU. en el continente”.

Una posición que va camino de ocupar  en parte Rusia. Los tres países concernidos –Mali, Burkina Faso y Níger– se han desvinculado de la Comunidad Económica de Estados de África Occidental (Cedeao) y han oficializado un acuerdo trilateral que pivota sobre un refuerzo de los lazos con Moscú.

En la Rusia de Putin estos países han encontrado un aliado pragmático y sin escrúpulos, dispuesto a prestar ayuda militar y económica sin condiciones políticas, aunque sí a cambio de jugosos acuerdos comerciales y acceso a los recursos mineros. Especial importancia cobran aquí los yacimientos de uranio de Níger, que los estadounidenses temen que queden ahora al alcance a Irán...

En plena crisis mundial de suministros a causa de la guerra de Ucrania, los rusos entregaron gratuitamente a sus aliados africanos trigo, fertilizantes y combustible. Y en apoyo a la lucha contra el yihadismo han enviado tropas irregulares, encuadradas inicialmente en el Grupo Wagner y, tras la disolución de este –a causa de la rebelión y muerte de su fundador, Yevgueni Prigozhin, en 2023–, en un nuevo dispositivo bautizado Africa Corps.

Si la efectividad occidental contra el yihadismo es cuestionable, la de los rusos no parece mejor. En el 2023, según el informe del Observatorio Internacional de Estudios sobre Terrorismo, Burkina Faso y Mali encabezaron la lista de países en cantidad de atentados terroristas (666 y 413) y en número de víctimas (2.916 y 1.739), y Níger fue el séptimo (125 y 505). Entre los tres suman mas de la mitad de los muertos en todo el mundo. Los actores están cambiando, pero el Sahel sigue ardiendo.


jueves, 4 de abril de 2024

La amenaza terrorista, otra vez


Newsletter 'Europa'

@Lluis_Uria


Los trágicos atentados yihadistas del 11-M del 2004 en Madrid, en los que perdieron la vida 192 personas, inauguraron en Europa un periodo negro de ataques terroristas masivos e indiscriminados contra la población civil. Medios de transporte, salas de conciertos, zonas altamente concurridas… los escenarios se irían repitiendo sistemáticamente a partir de entonces en Londres (2005), Moscú (2010 y 2011), Toulouse (2012), Volgogrado (2013), Bruselas (2014), París (2015), Bruselas otra vez (2016), Niza (2016), Berlín (2016), Manchester (2017), Londres de nuevo (2017) y Barcelona (2017)… El atentado de La Rambla fue el último de la serie.

Desde entonces, las acciones islamistas, generalmente perpetradas por individuos aislados, empezaron a tener objetivos -y consecuencias- más limitadas. Hasta que se produjo el sangriento ataque del pasado 22 de marzo en Rusia contra el Crocus City Hall de Krasnogorsk, cerca de Moscú, en el que murieron tiroteadas 143 personas. Reivindicado por la organización terrorista Estado Islámico (EI), el atentado podría marcar un retorno a viejas y funestas prácticas en el continente europeo. A no ser que uno esté dispuesto a creerse que detrás de todo ello está el Gobierno de Ucrania…

Veinte años después del 11-M, el presidente ruso, Vladímir Putin, está siguiendo el mismo camino que José María Aznar en 2004 en su afán por confundir a la opinión pública de su país. Los atentados contra cuatro trenes de cercanías en Madrid, perpetrados por Al Qaeda como represalia por la implicación de España en la guerra de Irak –ampliamente rechazada por la ciudadanía-, se produjeron a tres días de unas cruciales elecciones legislativas en las que el PP se jugaba –y a la postre acabaría perdiendo- el gobierno. Para tratar desesperadamente de evitarlo, el Ejecutivo aseguró contra toda evidencia, a pesar de las pruebas que se iban acumulando en sentido contrario, que la autoría de la masacre correspondía a ETA. La versión oficial acabó rápidamente desmontada por el trabajo riguroso de muchos periodistas –los de La Vanguardia en cabeza-, pese a lo cual el Ejecutivo siguió insistiendo en ello hasta el último momento. Posteriormente un sector de la derecha abonó la teoría de una conspiración entre los islamistas y la organización terrorista vasca.

Putin no tiene elecciones que perder ni una prensa libre que pueda ponerle en cuestión. Pero sí una reputación que salvaguardar. En buena medida, el contrato que ha unido hasta ahora a Putin con la sociedad rusa –donde sigue contando con muchos apoyos- es la renuncia a la libertad a cambio de prosperidad y seguridad. Y la masacre del Crocus City Hall ha puesto en evidencia las carencias del Estado y sus servicios de información. Para acabarlo de complicar, el presidente ruso se había arriesgado a desdeñar públicamente los avisos sobre la amenaza inminente de atentados islamistas en Rusia enviados –en público y en privado- por el Gobierno de Estados Unidos. De modo que hacía falta un chivo expiatorio sobre el que desviar responsabilidades.

En su primer mensaje al país, Putin obvió completamente la reivindicación del Estado Islámico y apuntó ya a Ucrania, país al que presuntamente trataban de huir los autores del atentado cuando fueron detenidos por la policía (más tarde, el presidente bielorruso, su fiel aliado Alexánder Lukashenko, aseguraría que inicialmente se habían encaminado hacia Bielorrusia, pero qué más da) Posteriormente, el presidente ruso admitiría el móvil islamista de los cuatro terroristas detenidos –de origen tayiko-, pero señalaría al Gobierno de Kyiv como inspirador de los atentados. La tesis de la gran confabulación ya estaba en marcha. El director del Servicio Federal de Seguridad (FSB) –antiguo KGB-, Alexánder Bórtnikov, fue más allá e implicó a EE.UU. y el Reino Unido.

Kiril Martynov, redactor jefe del diario opositor Nóvaya Gazeta Europe –en el exilio- cree que “el Kremlin y sus propagandistas mantendrán la pista ucraniana” y tratarán de montar una acusación formal contra Kyiv. Es prematuro vaticinar qué consecuencias podría acabar teniendo todo ello en el curso de la guerra en Ucrania y en la confrontación entre Rusia y Occidente, en su punto más peligroso desde el final de la guerra fría. Pero más allá de todas estas maniobras políticas hay ya un hecho inquietante y grave: el retorno organizado –no solo como inspirador- del EI a suelo europeo.

Detrás del atentado de Moscú parece estar la rama más activa y violenta del EI, el llamado Estado Islámico-Jorasán (EI-J), acantonado en las montañas de Afganistán y enfrentado al régimen de los talibanes. Expulsados de Siria, sus militantes no perdonan a Rusia –ni a Irán- su intervención en apoyo del régimen de Bashar el Asad. Su aversión tiene, además, raíces profundas y antiguas. Como sostenía esta semana en nuestras páginas el experto en yihadismo Adrián Tarín, “el enemigo fundacional del yihadismo es la Rusia de la Unión Soviética, por lo menos del yihadismo moderno que se construye con la invasión soviética de Afganistán” a finales de los años 70, 

Pero no es Rusia su único enemigo y el EI ya se ha encargado de renovar su llamamiento a realizar atentados en Europa y EE.UU., en este caso blandiendo como motivo la guerra en Gaza. Francia, el país de la UE históricamente más castigado por el terrorismo islamista, y con una de las poblaciones musulmanas más numerosas del continente, no ha tardado nada en decretar la alerta máxima terrorista. La situación es especialmente delicada ante la proximidad de los Juegos Olímpicos de verano, hasta el punto de que los servicios de inteligencia –según avanzó Europe 1 citando una fuente de la seguridad del Estado- han recomendado cancelar la ceremonia inaugural prevista el 26 de julio a lo largo del río Sena, por el peligro de atentado, y pasar a un plan B.

El último informe del Observatorio Internacional de Estudios sobre Terrorismo (OIET), correspondiente al año 2023, constata que el EI-J se ha convertido en la “figura más prominente del escenario yihadista regional y global” y constituye actualmente “la mayor amenaza para la seguridad internacional”. La desarticulación de varias de sus células ha permitido conocer la preparación de nuevos atentados en suelo europeo, lo que representaría un nuevo cambio de escala. “La elevada capacidad de esta agrupación para planificar y materializar acciones terroristas complejas –advierte- le permite aspirar a repetir ataques similares a los ocurridos en Europa entre 2014 y 2017”. Como en Moscú.

 

Agricultura y medio ambiente. El malestar de los agricultores sigue marcando a fuego la política comunitaria. El martes se produjeron dos hechos sustanciales. Por un lado, los ministros de Agricultura de Los 27 aceptaron la propuesta de la Comisión Europea para rebajar las exigencias medioambientales a los pequeños explotadores. Paralelamente, en la reunión de sus colegas de Medio Ambiente la acción de un grupo de países –Austria, Bélgica, Finlandia, Italia, Países Bajos, Polonia y Suecia, a los que en el último momento se unió decisivamente Hungría- bloqueó, en nombre de los intereses del sector agrícola, la nueva Ley de Restauración de la Naturaleza.

Diplomas europeos. No todo son revisiones o bloqueos, sin embargo, en Bruselas. El miércoles, la Comisión propuso a los ministros de Educación dar un salto adelante –yendo más allá del exitoso programa Erasmus, que tanto ha hecho por la integración europea- y crear auténticos diplomas universitarios europeos. Las nuevas titulaciones requerirían la colaboración entre instituciones de diferentes países y los estudiantes deberían pasar al menos un año en el extranjero y estudiar en dos o más lenguas.

Portugal. La política portuguesa sigue su propio camino, aislando –hasta el momento- a la extrema derecha. De entrada, el Partido Socialista –derrotado en las elecciones- llegó el miércoles a un acuerdo con el vencedor Partido Socialdemócrata (PSD), conservador a pesar de su nombre, para repartirse por turnos la presidencia del Parlamento y dejar así al margen a los ultras de Chega, convertidos en la tercera fuerza política. Al día siguiente, el nuevo primer ministro, Luis Montenegro, se ratificó en su determinación de no pactar con la extrema derecha y designó un Gobierno de resistencia.

 

 

 

jueves, 28 de marzo de 2024

Más allá de la pornografía



NEWSLETTER 'EUROPA'

25/03/2024

@Lluis_Uria

El próximo 2 de julio la primera ministra italiana, Giorgia Meloni, está citada a declarar como testigo en el tribunal de Sassari (Cerdeña) en el juicio abierto contra un hombre sardo por la difusión de un vídeo pornográfico manipulado en el que se había introducido el rostro de la dirigente italiana. Las imágenes falsas fueron difundidas en el 2020 a través de una web porno norteamericana y vistas por millones de personas en todo el mundo. Meloni reclama una indemnización de 100.000 euros y busca un castigo ejemplar para que contribuya a combatir este tipo de abusos contra las mujeres, que se están disparando con el desarrollo acelerado de la inteligencia artificial (IA).

Pero el falso vídeo porno de Meloni no constituye únicamente un caso de violencia sexual contra la mujer. Es también un atentado político. La primera ministra italiana podría haber sido involucrada falsamente en una conversación comprometida –por ejemplo- con el presidente ruso, Vladímir Putin, acerca de la guerra de Ucrania. O atribuirle declaraciones incriminatorias sobre cualquier asunto político. La IA es capaz de eso y de mucho más, como están alertando los expertos, que ven en la generación de grabaciones de voz e imagen un serio riesgo para la democracia, dada la facilidad y rapidez con que puede difundir campañas de desinformación. El Parlamento Europeo advirtió de todos estos peligros en un documento difundido en octubre pasado.

La propia IA está de acuerdo. En una conversación que mantuve en febrero con el bot conversacional ChatGPT, de OpenAI, el mismo generador de texto admitía estos peligros. Preguntado por el papel que podría tener la inteligencia artificial en la política (una pregunta simple, directa y abierta), ChatGPT empezaba por enumerar algunas funcionalidades positivas –como ayudar a analizar cantidades ingentes de datos, entre otras- pero él mismo advertía espontáneamente sobre las amenazas: “Es importante tener en cuenta que la IA también tiene el potencial de socavar la democracia si no se regula adecuadamente y se usa de manera ética”. “Por ejemplo –añadía-, la IA se puede utilizar para manipular la opinión pública, suprimir las voces disidentes y socavar la privacidad y las libertades civiles”. No hay más preguntas, señoría.

La Unión Europea se ha erigido en la potencia pionera en el mundo al regular el desarrollo de la IA, con el objetivo principal de salvaguardar los derechos de los ciudadanos. La norma fue aprobada por el Parlamento Europeo el pasado día 13 y se irá desplegando progresivamente en los dos próximos años. Las grandes empresas tecnológicas deberán someterse a estas nuevas exigencias, aunque está por ver cuáles de ellas podrán efectivamente cumplir. La obligación de que todo texto o imagen generados por inteligencia artificial puedan ser identificados como tales -con una especia de marca de agua- choca todavía con problemas técnicos. Como recordaba nuestro especialista Francesc Bracero en su Newsletter Artificial de esta semana, donde abordaba el uso masivo de la IA en la producción de artículos científicos, los sistemas existentes son por ahora poco efectivos e incluso OpeanAI ha abandonado un proyecto en este sentido.

La IA puede ser utilizada también como instrumento de guerra por parte de gobiernos y organizaciones paragubernamentales. Y, como tal, constituye una amenaza para la seguridad. Así lo ha establecido el Departamento de Seguridad Nacional español, un organismo dependiente de la Moncloa en cuyo último informe anual sitúa la desinformación como el mayor riesgo para la seguridad nacional –sobre todo, ante el encadenamiento electoral de este año-, por encima incluso del terrorismo. El informe señala a Rusia, a quien responsabiliza de campañas de desinformación alrededor del compromiso de España con Ucrania o el tema de la inmigración.

Otros países muy activos en este terreno son China y Corea del Norte, con verdaderos ejércitos de hackers, cuyo objetivo fundamental es el espionaje y –en el caso de Pyonyang- incluso la estafa y la extorsión para financiarse sorteando las sanciones internacionales (entre otras hazañas criminales, en 2016 los norcoreanos robaron 878 millones de euros al mismísimo Banco Central de Bangladesh)

Rusia, cuya implicación en maniobras de desinformación en las elecciones del 2020 que dieron la victoria a Donald Trump en Estados Unidos está más que probada, juega también desde hace tiempo a fomentar las disensiones internas en Europa, favoreciendo a los grupos de extrema derecha. Y ante la proximidad de las elecciones europeas del próximo mes de junio los bulos y las fake news a través de las redes sociales se han disparado. En Francia, el servicio Viginum, dependiente del Secretariado General de la Defensa y la Seguridad Nacional (SGDSN) y con la misión de detectar las ingerencias exteriores en materia digital, ha identificado una red estructurada de cerca de 200 sitios web –bautizada como Portal Kombat- que difunde propaganda prorrusa.

El digital constituye uno de los frentes de la actual guerra fría entre Occidente y Rusia, cada vez más caliente. La agitación prebélica ha seguido dominando esta semana los espíritus de los dirigentes europeos. La primera ministra de Estonia, Kaja Kallas, insistía en la necesidad de reforzar la defensa de Europa frente a Moscú para evitar la guerra en una entrevista en nuestra páginas, mientras una tribuna conjunta de Josep Borrell y Thierry Breton instaba a potenciar la industria europea de defensa. En el Consejo Europeo del viernes, los 27 acordaron acelerar la entrega de ayuda a Ucrania y abrieron la discusión sobre el modo de financiar el rearme. Las espadas siguen en alto.

 

Ampliación de la UE. La cumbre de Bruselas decidió también abrir formalmente negociaciones de adhesión con Bosnia-Herzegovina, país candidato al ingreso en la UE pero cuya situación política lo coloca todavía lejos de la incorporación. La Unión está embarcada en un complejo y largo camino para ampliarse hacia los Balcanes y el espacio exsoviético, un enorme reto que analiza nuestro monográfico Vanguardia Dossier en su número de abril-junio. 

Gobierno en minoría. El conservador José Montenegro fue designado el jueves nuevo primer ministro de Portugal por el presidente de la República, Marcelo Rebelo de Sousa. Con solo 80 diputados de 230, el nuevo Gobierno está en minoría, pero por ahora y gracias a la abstención socialista puede esquivar pactar con los ultraderechistas de Chega. El escritor Gabriel Magalhães ve detrás del espectacular ascenso de este partido el riesgo de que la extrema derecha se acabe adueñando de Portugal.

Pasión celta. El bofetón recibido en los referéndums convocados para revisar el concepto de familia y el papel tradicional adjudicado a la mujer en la Constitución, unido a sus bajas expectativas electorales, ha llevado esta semana al primer ministro de Irlanda, Leo Varadkar, del Fine Gael (centroderecha), a presentar sorpresivamente la dimisión. Todas las encuestas registran un ascenso del apoyo al Sinn Fein, antiguo brazo político del IRA, que es ya el principal partido en el Ulster.

 

 

domingo, 24 de marzo de 2024

Europa y la mantequilla

 


NEWSLETTER ‘EUROPA’

18/03/2024

@Lluis_Uria


No se puede tener todo. Con diferentes imágenes y metáforas, es una idea recurrente en muchos idiomas. “Querer la mantequilla y el dinero de la mantequilla”, se dice en francés para ilustrar una pretensión irrealizable. No se puede disfrutar de un bien y obtener al mismo tiempo el producto de su venta. Hay que elegir. Esta formulación podría aplicarse hoy a los dirigentes europeos, embarcados en el insoluble objetivo de conseguir la cuadratura del círculo: incrementar sustancialmente el gasto militar para afrontar la amenaza de Rusia – además de potenciar la transformación energética y digital del continente- mientras se aplican recortes para regresar a la senda virtuosa de la austeridad presupuestaria. Y todo ello sin que la economía se resienta ni explote el malestar social. 

El lunes pasado, los ministros de Finanzas de la Unión Europea acordaron en Bruselas empezar a aplicar en los presupuestos nacionales del 2025 los primeros recortes, tras la expansión del gasto con que se respondió a la pandemia de covid y la crisis económica que esta generó. “Una posición fiscal ligeramente contractiva”, en la jerga abstrusa con que se presenta la receta. Todo indica que esta vez, la cura de austeridad –con el objetivo de reducir el déficit y la deuda- no será tan salvaje como la de la crisis del 2008. Las reglas fiscales acordadas en febrero son más flexibles que antes. Pero, por moderada que sea la reducción del gasto, será una losa añadida sobre una economía que no se presenta muy boyante y ya viene lastrada por el mantenimiento de altos tipos de interés.

En España, las previsiones de crecimiento del Producto Interior Bruto (PIB) para este año oscilan –según quien haga el cálculo- entre el 1,5% y el 1,9%... ¡Y es de las más positivas! Las grandes economías europeas van a ir por el pedregal (Alemania, 0,2%; Francia, 0,8%; Italia, 0,7%) y van a arrastrar a la economía de la zona euro (0,8%) y de toda la UE (0,9%), según las proyecciones de la Comisión Europea.

Sobre quiénes van a pagar el pato, los ciudadanos no se engañan. La imagen que ilustra este boletín recoge ya la primera protesta contra la austeridad: una manifestación organizada el martes en Bruselas por los sindicatos europeos con el lema No Way, We Won't Pay (again) (De ninguna manera, no pagaremos (otra vez). En Alemania, país abanderado de la disciplina presupuestaria –hasta el punto de prohibirse todo margen de maniobra en la Constitución-, los primeros recortes y subidas de impuestos se han decidido ya en el presupuesto de este año 2024, en medio de importantes tensiones en el gobierno de coalición y de un fuerte malestar social que se arrastra desde hace meses.

Así las cosas, los gobiernos europeos se han conjurado para aumentar sensiblemente el gasto en defensa, con el objetivo de acelerar el camino hacia el objetivo pactado en la OTAN del 2% del PIB. Lo que sin duda va a tensar mucho más las costuras presupuestarias y obligará a derivar los recortes hacia otros ámbitos (aunque también habrá quien se beneficie de ello: Europa ya está gastando importantes sumas en adquirir armas para Ucrania y la industria del armamento está haciendo su agosto)

Sea para hacer más digerible la escalada armamentística a los ciudadanos, sea como fórmula de disuasión frente a Rusia –en un momento de dificultades militares en Ucrania-, o por ambas cosas a la vez, lo cierto es que no hay día en que no aparezcan informaciones alarmantes sobre la posibilidad de una guerra a gran escala en Europa. Ayer mismo lo expresaba en nuestras páginas la ministra española de Defensa, Margarita Robles. Y el jueves lo hacía el vicepresidente del Banco Central Europeo (BCE) Luis de Guindos en el ciclo Foros de Vanguardia. Pero no son los únicos.

Si hacemos un repaso cronológico de la semana, los tambores de guerra arrancaron el martes en la Asamblea Nacional francesa, que dio su aval a una “ayuda ilimitada” a Ucrania (en la que en última instancia, como ha apuntado el presidente Emmanuel Macron, podría acabar incluyéndose el envío de tropas). El jueves, el Gobierno danés anunció un plan de refuerzo de la defensa que, entre otras cosas, incluye la novedad de que las mujeres también serán sometidas al servicio militar obligatorio, mientras el secretario general de la OTAN, Jens Stoltenberg, llamaba desde Bruselas a acelerar el envío de armamento a Ucrania. Es lo que acordaron al día siguiente, viernes, en Berlín los líderes de Alemania, Francia y Polonia, que integran el llamado Triángulo de Weimar. Como para darles la razón –y seguir atizando este ambiente prebélico-, el presidente ruso, Vladímir Putin, volvió a blandir la amenaza de una guerra nuclear…

¿Cuál será el impacto de esta dramatización en la opinión pública? Es una incógnita. Parece probado que la saturación de mensajes apocalípticos sobre el cambio climático está empezando a tener ya el efecto inverso al esperado. Y lo mismo podría pasar con el belicismo ambiente actual. Las elecciones europeas del 6 al 9 de junio próximos serán un buen termómetro al respecto. Ahora mismo, los últimos sondeos otorgan el rango de tercera fuerza política al grupo de extrema derecha Identidad y Democracia (ID), donde están integrados, entre otros, el Reagrupamiento Nacional (RN) –que encabeza las encuestas en Francia- y Alternativa para Alemania (AfD) –que va en segundo lugar en tierras germanas-. Todas las acusaciones contra estas fuerzas por su presunta connivencia con Moscú no parecen tener, hasta el momento, efecto alguno. El ascenso de la ultraderecha, lejos de estarse frenando, parece consolidarse:


● Portugal. Las elecciones legislativas portuguesas del domingo 10 de marzo, que supusieron la derrota del Partido Socialista, han dejado un panorama político que complica enormemente la gobernabilidad del país y que, acaso, podría desembocar una eventual repetición electoral. Lo más sustantivo de los comicios ha sido el fulgurante ascenso de la fuerza de extrema derecha Chega.

● Bélgica. País extremadamente dividido entre su alma flamenca y valona –de habla neerlandesa y francesa, respectivamente-, Bélgica afronta también una radical fractura política. Mientras en el sur dominan los socialistas, en Flandes el partido de ultraderecha Vlaams Belang (del grupo europeo ID, por cierto) acaricia la victoria en junio, cuando también se celebran elecciones legislativas.

● Países Bajos. El miércoles, el líder ultraderechista Geert Wilders (PPV), ganador de las elecciones del pasado noviembre, renunció a optar al cargo de primer ministro ante la falta de acuerdo con el resto de fuerzas conservadoras. Su desistimiento puede facilitar un acuerdo para un gobierno de coalición. Pero, sea quien sea el futuro jefe del Gobierno, el Partido por la Libertad seguirá siendo la primera fuerza del Parlamento.

Ver para creer (o no)


@Lluis_Uria

La imagen, de aire vagamente gótico, parece una pintura pero no lo es. En el centro hay una joven agonizante velada por otras dos mujeres, mientras un hombre se apoya en la ventana dando la espalda a la escena. Se titula Fading away (desvaneciéndose) y es obra del fotógrafo británico Henry Peach Robinson. Elaborado en 1858, es el  primer fotomontaje del que se tiene noticia; para lograrlo, su autor combinó imágenes de cinco negativos distintos. Formado como pintor, Robinson no tenía evidentemente un objetivo documental sino artístico (por lo que hablar de manipulación no tendría sentido)

Hace un siglo, sin embargo, los fotomontajes –en su versión técnicamente más elaborada o en la más pedestre del cortar y pegar– empezaron a usarse sistemáticamente para falsear la realidad con una intencionalidad política. Bajo la despiadada dictadura de Stalin, el poder soviético no se conformó con purgar –enviando al Gulag o al pelotón de fusilamiento– a opositores, disidentes y camaradas descarriados, sino que se propuso borrar su memoria de la Historia. Es célebre cómo el estalinismo se dedicó a suprimir sistemáticamente de todas las fotos de la época revolucionaria la imagen de Trotski, uno de los líderes bolcheviques históricos, antes de ordenar su asesinato.

Con la aparición del programa de edición fotográfica Photoshop en 1986,  el retoque de imágenes se convirtió en una cosa de niños. O casi. De repente, se podía no únicamente mejorar la luz o el color, sino también borrar y desplazar elementos. La hora de la manipulación fotográfica había sonado... Desde entonces, la tecnología no ha hecho más que perfeccionarse y el desarrollo de la Inteligencia Artificial (IA) generativa amenaza con llevar la falsificación a extremos incontrolables.

Lo sucedido con la fallida foto del retorno en sociedad de Kate Middleton ilustra la tentación permanente del poder por retocar o edulcorar la realidad. Después de semanas sin noticias de la princesa de Gales tras una intervención quirúrgica, la casa real británica quiso poner fin a los rumores difundiendo una idílica imagen familiar de Catalina rodeada de sus hijos. Salvo que la foto estaba trucada y el efecto ha sido el inverso del buscado. Que el montaje haya sido burdo y fácilmente detectable no resta gravedad al asunto. La próxima vez lo harán bien –los medios para ello existen– y no nos enteraremos.

En Estados Unidos, en plena campaña para las elecciones presidenciales de noviembre, el baile de imágenes falsas que circulan por las redes sociales empieza a adquirir tintes preocupantes. Una investigación de la BBC ha descubierto  que seguidores de Donald Trump –sin que haya pruebas de la implicación de su equipo de campaña– están difundiendo por las redes decenas de imágenes falsas, creadas por IA, en las que se ve al candidato republicano sonriente junto a grupos de afroamericanos, con leyendas en las que se da a entender que tiene un apoyo creciente en la comunidad negra. Algunos de los divulgadores, identificados y contactados por los periodistas de la radiotelevisión británica, tienen cientos de miles de seguidores en las redes sociales. Se da la circunstancia de que una de las imágenes –en la que se ve a Trump sentado en un porche con un grupo de jóvenes negros– fue creada originalmente por un sitio web satírico y crítico con el expresidente, pero ha sido utilizada luego con el objetivo contrario.

La elección del tema no tiene nada de casual. La disputa por el voto de la comunidad negra será esencial en este segundo duelo entre Donald Trump y el demócrata Joe Biden. Un reciente sondeo de The New York Times y el Sienna College indicaba que en seis de los estados donde se puede decantar el resultado electoral (swing states), el 71% de los votantes negros votarían esta vez por el actual presidente, mientras que en el 2020 le apoyaron el 92%.

La organización británica Center for Countering Digital Hate realizó en febrero una prueba para comprobar cuán vulnerables son los sistemas de  IA frente a manipulaciones para generar desinformación política. El experimento, centrado en las elecciones norteamericanas y realizado con ChatGPT, Midjourney, Stability e Image Creator de Microsoft, evidenció que se podían sortear las protecciones en el 41% de los casos. Y generar imágenes falsas como Trump detenido por la policía o Biden ingresado en un hospital. Falsedades de todo tipo circularon ya hace cuatro años, pero ahora será mucho más rápido, mucho más fácil.

En un reciente artículo publicado en Foreign Affairs, responsables de ciberseguridad del departamento de Seguridad Interior de EE.UU. alertaban de hasta qué punto la IA generativa “es una amenaza para la democracia”, al adulterar con asombrosa facilidad la realidad. En los próximos meses millones de personas acudirán a las urnas en todo el planeta. Y será extremadamente fácil divulgar imágenes falsas de políticos en situaciones inventadas, e incluso crear vídeos donde se les atribuyan –con su propia voz– declaraciones ficticias. Las maniobras de este tipo, tendentes a desacreditar a candidatos, pueden dirigirse después a poner en duda la limpieza del propio proceso y el resultado electoral.

En las últimas elecciones presidenciales en Indonesia, celebradas el 14 de febrero, el Partido de los Grupos Funcionales (Golkar) –que gobernó el país entre 1971 y 1999– difundió un vídeo falso, generado por IA, en el que aparecía el difunto dictador Suharto resucitado –con su rostro y su voz– pidiendo el voto. Como si en España reapareciera Franco en un spot electoral. En este caso, probablemente muy pocos se llevarían a engaño... ¿O quizá no?


Mar de fondo en la derecha europea

 


NEWSLETTER ‘EUROPA’

11/03/2024

 @Lluis_Uria

 

Todo eran sonrisas y aplausos –bueno, todo no, casi todo- el pasado jueves en la gran sala circular de Romexpo, en Bucarest, donde los delegados del Partido Popular Europeo (PPE) acababan de elegir a la democristiana alemana Ursula von der Leyen como candidata a repetir en el cargo de presidenta de la Comisión Europea tras las elecciones al Parlamento Europeo de los próximos 6 a 9 de junio. Von der Leyen se impuso –tampoco tenía rival- por 400 votos a 89. Entre quienes votaron en contra, y no mostraban sonrisa ninguna, estaban los delegados del partido francés Los Republicanos, algo inimaginable en la época de la luna de miel política entre Angela Merkel y Nicolas Sarkozy. Muestra del mar de fondo que agita las aguas de la derecha europea.

Quien sí sonreía -tampoco tenía otro remedio- era el líder del PPE, el socialcristiano bávaro Manfred Weber, sumo sacerdote del evento. Pero no es difícil intuir que en su interior la sonrisa debía estar petrificada por el hielo. En noviembre del 2018 en Helsinki, había sido Weber el elegido, el aclamado por sus pares de toda Europa. Y tras la victoria de los populares en las elecciones europeas del 2019 ya se veía ocupando la presidencia del ejecutivo comunitario en Bruselas. Ese era el espíritu, al menos, de la figura del spitzenkandidat (en alemán, candidato principal), con la que se trataba de ofrecer –o de aparentar que se ofrecía- un mecanismo más democrático en la configuración del gobierno europeo. Pero el presidente francés, Emmanuel Macron, vetó su nombre y pactó con Merkel la designación de Von der Leyen.

La simpatía mutua entre Weber y Von der Leyen -que pertenecen a partidos diferentes pero históricamente aliados- es perfectamente descriptible. Pero no son las rencillas personales lo más sustantivo de esta extraña cohabitación alumbrada en Bucarest, sino sus diferencias políticas. Von der Leyen, una mujer aupada en su momento por Angela Merkel, forma parte del ala más moderada de la CDU –y su gestión en Bruselas no ha hecho más que corroborarlo-, mientras que Weber ha impreso un sesgo conservador y fuertemente escorado a la derecha en el PPE. Hasta el punto de coquetear sin disimulo, en los últimos tiempos, con romper el tradicional bloque europeísta que domina el Parlamento Europeo –integrado por populares, socialdemócratas, liberales y verdes y explorar una alianza con el grupo Conservadores y Reformistas Europeos (CRE), donde está el partido de la primera ministra italiana, Giorgia Meloni -el posfascista Hermanos de Italia- con los polacos de Ley y Justicia y el español Vox.

La cohabitación Weber-Von der Leyen se adivina complicada. La alemana será más que probablemente reelegida presidenta de la Comisión Europea –los populares serán con toda seguridad los más votados en junio y su candidatura cuenta con el favor de importantes dirigentes europeos- pero, al menos sobre el papel, asumirá esta vez el cargo con un programa bastante más conservador que cinco años atrás. En Bucarest, el PPE aprobó un manifiesto en el que propone endurecer la política migratoria, introduciendo entre otras la controvertida medida de derivar a los solicitantes de asilo a países terceros –como el Reino Unido pretende hacer con Ruanda-, y abrir una “nueva fase” en la aplicación del Pacto Verde por Europa -el Green deal impulsado personalmente por Von der Leyen- que sitúe el crecimiento económico en el centro, con una especial atención a los problemas de los agricultores europeos.

En su discurso de aceptación, Von der Leyen hizo un esfuerzo por asumir esta nueva línea –“Tenemos un manifiesto fantástico y estamos unidos en los mensajes”, declaró-. Pero marcó sus propias líneas rojas en materia de alianzas: nada de pactos con partidos prorrusos, que cuestionen la ayuda a Ucrania, ni antieuropeos. Por lo demás, Von der Leyen no solo deberá hacer equilibrios con su propio partido y el Parlamento Europeo resultante de las elecciones, sino también con los dirigentes de los principales países europeos. Y no parece que ni Olaf Scholz en Alemania, ni Emmanuel Macron en Francia ni Pedro Sánchez en España vayan a tragar con el recetario Weber sin más.

La deriva del PPE no responde, sin embargo, exclusivamente a un hombre. Es reflejo del giro que están experimentando desde hace tiempo numerosos partidos conservadores europeos, que sintiendo en la nuca el aliento de la extrema derecha se han lanzado como si no hubiera un mañana a adoptar gran parte del discurso de los ultras, particularmente en materia de inmigración e identidad nacional. Lo que no está haciendo más que dar alas a sus competidores. Los republicanos franceses llevan un tiempo instalados en esta deriva derechista -que les está conduciendo a la irrelevancia- y, si bien conectan con las tesis de Weber, no se fían de Von der Leyen: demasiado europeísta, demasiado a la izquierda, demasiado amiga de Macron… Por eso votaron en contra.

Ante este fluido escenario, los partidos de extrema derecha buscan resituarse y colocarse en la mejor posición para un eventual pacto con la derecha. La francesa Marine Le Pen, líder del Reagrupamiento Nacional (RN), a cuya candidatura los sondeos vaticinan la victoria en las europeas con un 29% de los votos, está buscando la forma de distanciarse, cuando no de romper, con Alternativa para Alemania (AfD), con quien comparte asiento en el grupo Identidad y Democracia (ID). La causa de la ruptura sería la participación de miembros de AfD en una reunión con grupos neonazis en la que se discutió un plan para deportar a todos los extranjeros y ciudadanos alemanes de origen inmigrante no suficientemente integrados. Lo que levantó en Alemania un imponente movimiento de protesta 

La controvertida propuesta de un plan de “remigración” –según la jerga al uso- no solo choca con el trabajo de años de Le Pen para desdiabolizar la imagen de su partido y hacerlo respetable, sino que entronca con las tesis de su principal competidor interno, el partido Reconquista de Éric Zemmour, cuya candidata en las europeas no es otra que su propia sobrina, Marion Maréchal-Le Pen (casada, por cierto con un fratelli italiano, el eurodiputado Vincenzo Sofo). Para Marine Le Pen, Reconquista es una piedra en el zapato, que obstaculiza asimismo su objetivo de aproximarse a Giorgia Meloni, a quien ha lanzado diversos cables en los últimos tiempos y que tiene sus propios problemas internos con la Liga de Matteo Salvini (integrado hoy por hoy en el grupo de Le Pen). Si la italiana y la francesa cambiaran de aliados y se unieran en Estrasburgo y Bruselas, el panorama político europeo podría transformarse radicalmente.

 

Portugal. Las derechas se impusieron ayer claramente en las elecciones legislativas portuguesas, avanzadas tras la dimisión del primer ministro socialista António Costa por un caso de corrupción. Más allá del descalabro socialista, lo más notable es el fuerte ascenso del partido de extrema derecha Chega, que duplicaría sus votos, y confirmaría la tendencia al alza de las fuerzas extremistas en toda Europa. La excepción portuguesa se ha terminado.

Aborto blindado. Francia ha vuelto a hacer historia. Las dos cámaras parlamentarias francesas, la Asamblea Nacional y el Senado, reunidas en Congreso en Versalles aprobaron el lunes inscribir en la Constitución francesa el derecho al aborto, con el objetivo de blindarlo ante mayorías cambiantes y jurisprudencias tornadizas (como en Estados Unidos). Es la culminación de la reforma impulsada en 1975 por la legendarias Simone Veil, que sufrió entonces una durísima campaña de descalificaciones. 

Tipos inamovibles. En su reunión del pasado jueves, el consejo del Banco Central Europeo (BCE) acordó por unanimidad mantener los tipos de interés en el nivel actual (4-4,75%), el más alto desde el nacimiento del euro, a pesar de la desaceleración de la economía. Y aunque no se abordó una próxima rebaja, se decidió empezar a discutir sobre “cómo poner fin al ciclo restrictivo actual”. Hay quien ve brotes verdes.