"Buenas tardes a
todos”, bonsoir à tous. Con estas palabras –su fórmula de siempre– abrió
David Pujadas el informativo de las ocho de la tarde de France 2 el pasado 8 de
junio. Era su último día. Después de 16 años al pie del cañón, con 2.575
informativos a sus espaldas, el periodista estrella de la televisión pública
francesa decía adiós a los telespectadores con cierta amargura. “No ha sido mi
decisión, no ha sido mi elección”, subrayó Pujadas, rodeado por la redacción
del Journal de 20h, que le rindió en directo un cálido homenaje (además de
dedicar ¡25 minutos! del informativo a glosar su trayectoria)
A pesar de su independencia y solvencia profesional –que le
llevó a mantener duelos eléctricos con políticos de todos los partidos, en
especial en su programa Des paroles et des actes (Palabras y hechos)–, a pesar
de estar adelantando al poderoso telediario de TF1 en audiencia, la presidenta
de France Télévisions, Delphine Ernotte, consideró que había llegado el momento
de cambiar de caras y de rejuvenecer y feminizar el informativo.
Para muchos franceses ha representado el fin de una época,
un shock catódico similar al que produjo la marcha del incombustible Patrick
Poivre d’Arvor del informativo de tarde de
TF1 en el 2008. Ambos formaban parte del paisaje y se habían ganado el
derecho a tener una marioneta en los guiñoles de Canal Plus.
Nacido en Barcelona
el 2 de diciembre de 1964, hijo de un matrimonio de
traductores-intérpretes –Rosendo Pujadas y Françoise Redon–, David Pujadas era
hasta ahora uno de los dos catalanes más influyentes de Francia. El otro era el
ex primer ministro Manuel Valls, sacrificado también en el altar de la
renovación. Nacido asimismo en Barcelona, el 13 de agosto de 1962 –es sólo dos
años mayor que el periodista–, hijo del pintor figurativo Xavier Valls y de
Luisa Galfetti, el exdirigente socialista vive también en estos momentos sus
horas políticamente más bajas después de haber llegado casi hasta lo más alto.
Además de sus semejanzas más obvias –origen, edad, tipo
físico–, la trayectoria de los dos hombres guarda también paralelismos en el
calendario, así en su ascenso como en su caída. Reportero de televisión,
Pujadas pasó a mediados de los noventa a presentar sus primeros informativos en
el canal de información continua LCI, mientras por la misma época (en 1997)
Valls salía a la luz pública como portavoz de Lionel Jospin en Matignon.
Posteriormente, en el 2001, mientras Pujadas saltaba al informativo estrella de
France 2, Valls era elegido alcalde de Evry, una ciudad de 50.000 habitantes de
la banlieue sur de París que convertiría en su feudo, y un año después lograría
por esta misma circunscripción su primera acta de diputado en la Asamblea
Nacional, puesto para el que acaba de ser reelegido –por una diferencia de tan
sólo 139 votos– el pasado domingo. A ambos, el 2017 les abre las puertas del
desierto.
Manuel Valls podría haber sido hoy el presidente de la
República, en lugar de Emmanuel Macron. Su calculada carrera y su poderosa
ambición le dirigían obstinadamente hacia el palacio del Elíseo. Ministro del
Interior (2012-2014) y primer ministro (2014-2016) con François Hollande, Valls
estaba en inmejorables condiciones para intentar imponer su candidatura en las elecciones
presidenciales del pasado mes de mayo, tras haber prácticamente forzado al
presidente saliente (completamente hundido en los sondeos) a renunciar a la
reelección. Pero Valls, que siempre fue minoritario en el PS, fue apartado de
la carrera presidencial en las primarias de los socialistas, que prefirieron
suicidarse en las urnas eligiendo candidato a un hombre romo y fuertemente
anclado en la izquierda, Benoît Hamon.
La derrota interna de Valls es la que a
la postre abrió de par en par las puertas del Elíseo a Emmanuel Macron –con un
perfil ideológico muy parecido–, que se coló en ese vacío desde fuera del PS.
Valls ha debido lamentar muchas veces haber aconsejado a Hollande el fichaje de
Macron como ministro de Economía, que consideró un éxito para el sector
reformista del Gobierno que él
encabezaba. Pero el presunto aliado, tan ambicioso como él mismo, se convirtió
muy pronto en su rival.
Macron representa hoy la renovación por la que siempre había
luchado Manuel Valls. Pero a sus expensas. El barcelonés fue de los primeros en
proponer en voz alta la idea de
convertir al PS en un gran partido
demócrata de centroizquierda, sin la “S” de socialista, y con la suma de socialdemócratas,
ecologistas y centristas. Un giro liberal que le colocó en la derecha del
partido y le hubiera abocado a una definitiva marginación si no se hubiera
demostrado espectacularmente capaz de convertirse en hombre de confianza del
líder socialista de cada momento.
Sin traicionar nunca sus convicciones
ideológicas ni su ambición –aunque mostrando una lealtad gaseosa en sus
alianzas–, Valls ha prosperado a la sombra de dirigentes como Michel Rocard,
Lionel Jospin, Ségolène Royal o François Hollande. Siguiendo la misma lógica,
también intentó aproximarse a Macron, para quien acabó pidiendo el voto en las
elecciones presidenciales. Pero el nuevo presidente prefiere –lógicamente–
mantenerle lejos.
Hay quien da a Valls políticamente por muerto. Y quien sueña
con que una impugnación de La Francia Insumisa –cuya candidata en Evry, Farida
Amrani, rozó la victoria y contesta el resultado– expulse al ex primer ministro
de la Asamblea Nacional. Pero Valls, lejos de rendirse, trabaja para formar un
grupo parlamentario propio y, con estas tropas, tratar de negociar un acuerdo
con la mayoría presidencial. Mientras, los rumores apuntan al próximo
desembarco de Pujadas en un canal de TV de la
competencia.
Los dos barceloneses
han quedado descabalgados de sus rutilantes monturas en plena carrera.
Pero es pronto para darlos por acabados. Atentos a la pantalla.