martes, 9 de mayo de 2017

El presidente de las metrópolis

El domingo, poco antes de la medianoche, mientras afluían los últimos datos territorializados de la victoria de Emmanuel Macron en la segunda vuelta de las elecciones presidenciales francesas, la alcaldesa de París, la socialista Anne Hidalgo, escribió en su cuenta de Twitter: “En París, el 90% de los sufragios para Emmanuel Macron y sólo 10% para la extrema derecha. ¡Orgullosa de los parisinos!”. Una noticia fantástica, excelente. Los internautas no pararon de redifundirla en las horas siguientes, regocijándose sinceramente por un resultado que hacía honor a la historia de la Ville Lumière... Y, sin embargo, por paradójico que parezca, la derrota sin paliativos de la candidata del Frente Nacional, Marine Le Pen, en la capital es también profundamente inquietante. Porque pone brutalmente de manifiesto la fractura social y territorial que divide a Francia.

La vertiente atlántica ha sido particularmente propicia para Emmanuel Macron, como el norte y la costa mediterránea lo han sido para Marine Le Pen. Basta observar un mapa de los resultados –allí donde cada uno de los candidatos ha sido más fuerte– para comprobar que la líder del FN ha tenido especial predicamento en las zonas industriales, sobre todo aquellas que se encuentran en declive, así como en las zonas rurales y periurbanas dejadas de la mano de Dios. Los obreros han votado preferentemente por Le Pen (56%, según un sondeo de Ipsos) mientras Macron ha triunfado abrumadoramente entre los votantes con más recursos (un 75% de apoyo entre quienes ganan más de 3.000 euros al mes).

Pero volvamos al mapa. Las grandes ciudades y aglomeraciones urbanas se han rendido al candidato centrista, abrazando su europeísmo reformista, y han rechazado las proclamas apocalípticas de la extrema derecha. No sólo París se ha volcado en Macron. También la primera corona de la capital: en Hauts-de-Seine, Val de Marne y Seine-Saint Denis el presidente electo se alzó con el 85%, 80% y 78% de los votos, respectivamente. Y en las grandes ciudades del país pasó otro tanto: Lyon (82%), Burdeos (84%), Toulouse (82%), Estrasburgo (80%), Rennes (86%), Nantes (85%), Grenoble (81%), Lille (78%) e incluso Marsella (64%), una isla en un mar azul...

Tales resultados, veinte puntos superiores a la media, indican que hay un abismo entre los habitantes de las grandes ciudades, con mayor cualificación y renta, beneficiarios de la Europa abierta al mundo, y quienes viven en las zonas desertizadas, que se sienten sobre todo víctimas de la globalización.
El cineasta francés Raphaël Glucksmann, hijo del desaparecido filósofo André Glucksmann, lo expresaba ayer de forma clarividente en las páginas de Le Monde. “Cuando la ciudad en la que vivo opta en un 90% por Emmanuel Macron y a una hora y media de carretera, en los pueblos de la Picardía socialmente en agonía, Marine Le Pen gana ampliamente, ¿cómo no darse cuenta de que dos Francias se oponen?”, se pregunta. Y después añade: “Para mí es infinitamente más fácil cantar las alabanzas del proyecto europeo desde el distrito X de París que al parado cuya fábrica ha sido deslocalizada en Rumanía”. Durante la campaña de la segunda vuelta, en la factoría de Whirlpool de Amiens, que va a ser cerrada para ser reinstalada en Polonia –dejando a cerca de 300 trabajadores en la calle–, Marine Le Pen fue recibida por los obreros con vítores, mientras Emmanuel Macron lo fue con abucheos...

Este fenómeno no es exclusivamente francés, en absoluto. En el Reino Unido, el malestar y desamparo de los habitantes de las zonas industriales del norte de Inglaterra y de Gales, seducidos por la demagogia nacionalista y xenófoba, dieron la victoria al Brexit pese a la movilización de las grandes ciudades, con Londres a la cabeza, en favor de Europa. Y otro tanto puede decirse de Estados Unidos, donde Donald Trump triunfó en el castigado cinturón de óxido, mientras las ciudades votaban masivamente por Hillary Clinton (que hubiera sido presidenta, dicho sea de paso, si EE.UU. tuviera el mismo sistema de elección directa que Francia).

El geógrafo francés Christophe Guilluy, autor de dos libros de referencia sobre este fenómeno –Fracturas francesas y El crepúsculo de la Francia de arriba–, considera que con Macron, el “candidato de las metrópolis mundializadas”, han vuelto a ganar los de arriba. Pero advierte: “Esta victoria puede acabar transformándose en pírrica si la contestación de las clases populares no es tenida en cuenta”.

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