20/08/2017
Al día siguiente del atentado del Manchester Arena, el pasado 22
de mayo, cuando un terrorista suicida mató a 22 personas al final del concierto
de Ariana Grande, la primera ministra británica, Theresa May, reunió al comité
de crisis en Downing Street y tomó una doble decisión: elevar al máximo el
nivel de alerta antiterrorista y movilizar al ejército, sacando a 3.800
militares a realizar tareas de patrulla y vigilancia. Una decisión inédita en
el Reino Unido, donde –salvo en los años de plomo en el Ulster– no era habitual
ver a soldados por las calles. En Francia, la imagen es corriente desde hace
tiempo. Moderada al principio, cuando se puso en marcha la llamada operación
Vigipirate, la presencia militar se hizo aplastantemente visible tras los
atentados de París de enero del 2015 contra el semanario satírico Charlie Hebdo
y un supermercado kosher, con un balance de 15 víctimas mortales. El entonces
presidente François Hollande lanzó a partir de ese momento la operación Sentinelle
(centinela) y sacó a las calles a 10.000 soldados, posteriormente reducidos a
7.000(más 3.000 de reserva). Es difícil hoy viajar a París y no quedar
impactado por la cantidad de militares fuertemente armados que patrullan –en
grupos de tres– por los principales puntos neurálgicos y lugares turísticos de
la capital. Seguramente habrán pesado factores de política interior en la
decisión del Gobierno español de mantener el nivel de alerta y no movilizar al
ejército, pero quizá haya influido también la experiencia exterior. En Francia
está en plena discusión la utilidad de mantener al ejército en las calles,
hasta el punto de que el Gobierno ha anunciado que en septiembre readaptará el
actual dispositivo, criticado en primer lugar por los propios militares, que
dudan seriamente de su eficacia. La presencia de soldados en las calles puede
haber contribuido a tranquilizar a la población, con un efecto más psicológico
que otra cosa. Pero, a cambio, ha ofrecido a los yihadistas un nuevo objetivo
potencial. Desde la entrada en vigor de la operación Sentinelle –que nació como
una medida temporal– los militares han sido objeto de media docena de
atentados, el último el pasado día 9, cuando seis de ellos fueron arrollados
deliberadamente por un vehículo en Levallois-Perret, en la periferia oeste de
París. En Francia empieza a haber voces a favor de devolver a los soldados a
los cuarteles. Pero... ¿quién se arriesga a retirarlos de las calles y sufrir
después un nuevo atentado?
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