domingo, 17 de abril de 2022

La anomalía


@Lluis_Uria 

Emmanuel Macron nunca debería haber sido elegido presidente de Francia en el 2017. Sobre el papel, el sistema político francés de la V República, fundado por el general De Gaulle en 1958, no lo permitía. Toda la arquitectura electoral estaba –y está- pensada para reforzar a los grandes partidos y garantizarles mayorías de gobierno sólidas. En teoría, no había espacio alguno para aventuras personales y partidos bisagra. Y, sin embargo, Macron rompió el molde y llegó al Elíseo. El equilibrio de fuerzas políticas de los últimos 25 años saltó por los aires. Fue una anomalía. Cinco años después, ya no lo es. Las votaciones de este domingo en la primera vuelta de la elección presidencial francesa han consolidado el mapa político surgido en el 2017.

Lo más sustantivo de esta nueva geografía es la confirmación de la aniquilación de los dos grandes partidos tradicionales, de los que habían surgido la práctica totalidad de los presidentes de la V República. Particularmente grave es el caso del Partido Socialista (PS), literal y definitivamente borrado del mapa. Ni la figura de la alcaldesa de París, Anne Hidalgo, ha conseguido salvarlo. La derecha tradicional, ahora bajo el nombre de Los Republicanos (LR), lo tendrá difícil también para eludir el camino de la extinción.

Los nuevos dos polos políticos asentados en la Francia del 2022 son ahora el partido de Emmanuel Macron, La República en Marcha (LREM), una fuerza liberal de centroderecha con un fuerte componente socialdemócrata en su interior, y la extrema derecha formalmente suavizada y digerible de Marine Le Pen y su Reagrupamiento Nacional (RN). Entre ambos polos se jugará la segunda vuelta el próximo 24 de abril.

Los sondeos al cierre de los colegios electorales confirman la ventaja de Macron, que con un 28% de apoyo mejora los resultados del 2017 (24%), sobre una Marine Le Pen que con el 23% también avanza respecto al apoyo recibido hace cinco años (21%) y pasa una vez más a la segunda vuelta. La sorpresa más acusada de la noche ha sido el salto del líder de la izquierda radical, Jean-Luc Mélénchon, que con un 20% de los votos ha quedado muy cerca de la segunda clasificada y se convierte en el único referente de la izquierda en Francia. Muy alejado del centro.

El extremista Éric Zemmour, abiertamente racista y xenófobo, se ha quedado finalmente bastante corto respecto a sus expectativas iniciales (7%). Su aparición en el escenario político al final no sólo no ha erosionado a Marine Le Pen sino que ha contribuido a otorgar a la candidata del RN una pátina de aparente respetabilidad. Las candidatas de la derecha republicana, Valérie Pécresse (4%), y socialista, Anne Hidalgo (2%), se han quedado completamente fuera de órbita y la continuidad de sus partidos es un misterio. Si François Mitterrand y Jacques Chirac levantaran la cabeza, no creerían lo que ven.

Dentro de dos semanas, Macron y Le Pen volverán a verse las caras. Hace cinco años, el hoy presidente se impuso con contundencia (aunque sin la distancia estratosférica con que su padre, Jean-Marie le Pen, fue batido en el 2002) por 66% a 33%. Los últimos sondeos para la segunda vuelta muestran que la distancia entre ambos es hoy más corta que nunca: apenas dos puntos de diferencia. La posibilidad de que una candidata de ultraderecha pueda alcanzar el Elíseo puede parecer una pesadilla pero ha dejado de ser una entelequia. De producirse, sería una nueva –y peligrosísima- anomalía.


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