sábado, 24 de junio de 2017

Dos barceloneses y un destino

"Buenas tardes a todos”, bonsoir à tous. Con estas palabras –su fórmula de siempre– abrió David Pujadas el informativo de las ocho de la tarde de France 2 el pasado 8 de junio. Era su último día. Después de 16 años al pie del cañón, con 2.575 informativos a sus espaldas, el periodista estrella de la televisión pública francesa decía adiós a los telespectadores con cierta amargura. “No ha sido mi decisión, no ha sido mi elección”, subrayó Pujadas, rodeado por la redacción del Journal de 20h, que le rindió en directo un cálido homenaje (además de dedicar ¡25 minutos! del informativo a glosar su trayectoria)

A pesar de su independencia y solvencia profesional –que le llevó a mantener duelos eléctricos con políticos de todos los partidos, en especial en su programa Des paroles et des actes (Palabras y hechos)–, a pesar de estar adelantando al poderoso telediario de TF1 en audiencia, la presidenta de France Télévisions, Delphine Ernotte, consideró que había llegado el momento de cambiar de caras y de rejuvenecer y feminizar el informativo.

Para muchos franceses ha representado el fin de una época, un shock catódico similar al que produjo la marcha del incombustible Patrick Poivre d’Arvor del informativo de tarde de  TF1 en el 2008. Ambos formaban parte del paisaje y se habían ganado el derecho a tener una marioneta en los guiñoles de Canal Plus.

Nacido en Barcelona  el 2 de diciembre de 1964, hijo de un matrimonio de traductores-intérpretes –Rosendo Pujadas y Françoise Redon–, David Pujadas era hasta ahora uno de los dos catalanes más influyentes de Francia. El otro era el ex primer ministro Manuel Valls, sacrificado también en el altar de la renovación. Nacido asimismo en Barcelona, el 13 de agosto de 1962 –es sólo dos años mayor que el periodista–, hijo del pintor figurativo Xavier Valls y de Luisa Galfetti, el exdirigente socialista vive también en estos momentos sus horas políticamente más bajas después de haber llegado casi hasta lo más alto.

Además de sus semejanzas más obvias –origen, edad, tipo físico–, la trayectoria de los dos hombres guarda también paralelismos en el calendario, así en su ascenso como en su caída. Reportero de televisión, Pujadas pasó a mediados de los noventa a presentar sus primeros informativos en el canal de información continua LCI, mientras por la misma época (en 1997) Valls salía a la luz pública como portavoz de Lionel Jospin en Matignon. Posteriormente, en el 2001, mientras Pujadas saltaba al informativo estrella de France 2, Valls era elegido alcalde de Evry, una ciudad de 50.000 habitantes de la banlieue sur de París que convertiría en su feudo, y un año después lograría por esta misma circunscripción su primera acta de diputado en la Asamblea Nacional, puesto para el que acaba de ser reelegido –por una diferencia de tan sólo 139 votos– el pasado domingo. A ambos, el 2017 les abre las puertas del desierto.

Manuel Valls podría haber sido hoy el presidente de la República, en lugar de Emmanuel Macron. Su calculada carrera y su poderosa ambición le dirigían obstinadamente hacia el palacio del Elíseo. Ministro del Interior (2012-2014) y primer ministro (2014-2016) con François Hollande, Valls estaba en inmejorables condiciones para intentar imponer su candidatura en las elecciones presidenciales del pasado mes de mayo, tras haber prácticamente forzado al presidente saliente (completamente hundido en los sondeos) a renunciar a la reelección. Pero Valls, que siempre fue minoritario en el PS, fue apartado de la carrera presidencial en las primarias de los socialistas, que prefirieron suicidarse en las urnas eligiendo candidato a un hombre romo y fuertemente anclado en la izquierda, Benoît Hamon.

La derrota interna de Valls es la que a la postre abrió de par en par las puertas del Elíseo a Emmanuel Macron –con un perfil ideológico muy parecido–, que se coló en ese vacío desde fuera del PS. Valls ha debido lamentar muchas veces haber aconsejado a Hollande el fichaje de Macron como ministro de Economía, que consideró un éxito para el sector reformista  del Gobierno que él encabezaba. Pero el presunto aliado, tan ambicioso como él mismo, se convirtió muy pronto en su rival.

Macron representa hoy la renovación por la que siempre había luchado Manuel Valls. Pero a sus expensas. El barcelonés fue de los primeros en proponer en voz alta  la idea de convertir al PS en un  gran partido demócrata de centroizquierda, sin la “S” de socialista, y con la suma de socialdemócratas, ecologistas y centristas. Un giro liberal que le colocó en la derecha del partido y le hubiera abocado a una definitiva marginación si no se hubiera demostrado espectacularmente capaz de convertirse en hombre de confianza del líder socialista de cada momento.

Sin traicionar nunca sus convicciones ideológicas ni su ambición –aunque mostrando una lealtad gaseosa en sus alianzas–, Valls ha prosperado a la sombra de dirigentes como Michel Rocard, Lionel Jospin, Ségolène Royal o François Hollande. Siguiendo la misma lógica, también intentó aproximarse a Macron, para quien acabó pidiendo el voto en las elecciones presidenciales. Pero el nuevo presidente prefiere –lógicamente– mantenerle lejos.

Hay quien da a Valls políticamente por muerto. Y quien sueña con que una impugnación de La Francia Insumisa –cuya candidata en Evry, Farida Amrani, rozó la victoria y contesta el resultado– expulse al ex primer ministro de la Asamblea Nacional. Pero Valls, lejos de rendirse, trabaja para formar un grupo parlamentario propio y, con estas tropas, tratar de negociar un acuerdo con la mayoría presidencial. Mientras, los rumores apuntan al próximo desembarco de Pujadas en un canal de TV de la  competencia.

Los dos barceloneses  han quedado descabalgados de sus rutilantes monturas en plena carrera. Pero es pronto para darlos por acabados. Atentos a la pantalla.


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